Los grandes aceleradores de partículas permiten realizar experimentos en condiciones extremas, base de toda investigación que pretenda desenmarañar la estructura subatómica de la materia. Sin que existan semejantes aparatos para analizar la realidad sociopolítica, no debemos desaprovechar la oportunidad de observarla cuando, como ahora, el partido de la oposición está sometido a un estado de “altas energías”. A pesar de la desastrosa legislatura de Zapatero y del aval explícito de un sector del periodismo, el PP quedó por detrás del PSOE en el reparto del Estado del pasado 9-M. La falacia de apelar a “la defensa de una serie de principios y valores” para justificar un apoyo partidista, cuando, por su propia definición axiológica, aquéllos han de ser universalmente generalizables (no existen valores de partido), y presentar las votaciones como “presidenciales”, han terminado operando contra Mariano Rajoy. El resultado es que los más afamados patrocinadores mediáticos empezaron a censurarle, a la vez que promocionan a Esperanza Aguirre. Del corolario que podría extraerse de este suceso, llama la atención la imbricación de los grandes medios de comunicación en las estructuras partitocráticas. Aparte de estrafalarias teorías sobre el “diálogo social” en la esfera pública y la “democracia deliberativa”, el efectivo cierre constitucional de la sociedad política estatal a la sociedad civil les convierte, no en “médium” bidireccional entre ésta y aquélla, sino en un filtro defensivo de su propio estatus anclado al Régimen. Esta crisis es una clara muestra de ello: como los propios estatutos del PP y el apoyo de los barones regionales para su próximo Congreso hacen inamovible al líder Rajoy, ahora se acuerdan de la inexistente democracia interna del partido. Lo hacen por ser la única oportunidad para “su candidata” Aguirre, aunque dirán que es por dar voz a las bases. No obstante, volverán a demostrar su cobardía y su bajeza moral e intelectual al no exigir, con mayor razón, que todos los ciudadanos podamos elegir democráticamente al jefe del Gobierno en unas presidenciales a doble vuelta; y hacer lo propio con nuestro representante, personalmente, según el sistema uninominal mayoritario, en las legislativas. Lo que, cuando conviene, vale para la militancia del PP, no puede valer para todos los españoles si pone en peligro esta Monarquía. Sede del PP (foto: Pablo Odell)
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