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Suele decirse que el miedo individual es libre. Pero, salvo casos patológicos, jamás es injustificado, aun cuando en ocasiones pueda conducir a reacciones exageradas. Cosa, esta última, que no se da en la interacción sociopolítica, donde todo está previsto y calculado para corregir cualquier disfunción, dosificándose los falsos temores para lograr el conveniente propósito veladamente ligado al poder.   La sugestión de la crisis financiera vuelve a poner de relieve cómo las élites nacionales mantienen su estatus con la atávica costumbre de imposibilitar institucionalmente la libertad de los españoles, algo que les produce pánico, conscientes, como lo son, de lo desmesurado de su dominio apenas convalidado. La citada coyuntura económica provoca, cual cuadro hipnótico, la disociación de los protagonistas del poder, haciéndoles sentirse a la vez observadores y observados. Es aquí donde hay que encajar la unánime negativa de políticos y banqueros a hacer públicos los nombres de las entidades que acudan al fondo de liquidez dispuesto por el Estado. Unos y otros saben que la medida de auxilio emprendida por el Gobierno y respaldada por sus delegados parlamentarios carece de apoyo popular. Ni lo necesita, ni tampoco lo pretende. Ayuna de potestad electoral alguna sobre quienes toman las decisiones colectivas, la ciudadanía sólo podría expresar su descontento al respecto por la vía de la acción, retirando sus depósitos y esquivando los servicios de los bancos y las cajas implicados en las tan torpes como apuradas operaciones que les hubieren llevado a esta situación. De ahí la premeditada ocultación de su nombre. Lo contrario mostraría sus estigmas, nunca los crearía como se ha excusado.   Max Weber se refería al poder como la “oportunidad o posibilidad existente en una relación social que permite a un individuo cumplir su propia voluntad”. Su relación con la libertad personal es evidente. Tanto como que la actual Monarquía de Partidos campa aparte de la gran mayoría de los españoles. Pero su espíritu transgresor demuestra en este asunto sobrepasar todos los límites de la decencia, pues no contenta con la benévola medida política del socorro estatal al poder financiero que patrocina su Régimen, también escatima a los contribuyentes la libertad de represaliar o no a las entidades afectadas, evitando hacer público el a quién, el por qué y el para qué de los avales. Vuelve así a demostrarse en España la irremisible irresponsabilidad e impunidad de la casta de los poderosos.   Banco de España (foto: Davic)

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