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Barack Obama (foto: jmtimages) Se vislumbraban los rosáceos dedos de la aurora el cinco de noviembre de 2008 en la vieja piel de toro cuando por televisión pudimos ver y escuchar la encarnación del nuevo espíritu de la “fuerza irresistible” de la revolución democrática que recorrerá el mundo.   El presidente electo de los EE.UU. se dirigía a su pueblo. Barack Obama comenzó diciendo: “Si todavía queda alguien por ahí que aún duda de que Estados Unidos es un lugar donde todo es posible, quien todavía se pregunta si el sueño de nuestros fundadores sigue vivo en nuestros tiempos, quien todavía cuestiona la fuerza de nuestra democracia, esta noche es su respuesta". No podía empezar su discurso con otras palabras distintas, debían ser la confirmación de las de Tocqueville. El aristócrata francés analizó la esencia de la democracia que se impondría en todo el mundo y no sólo en los EE.UU.: “la igualdad de condiciones” entre los ciudadanos. Cualquier ciudadano norteamericano, sin discriminación de raza, sexo, religión, ideología, etc., puede llegar a ser el jefe del estado y dirigir la nación porque él ha sido elegido por los votos de la mayoría de su pueblo y es, por tanto, la encarnación de su unidad y espíritu. ¡Qué solución tan racional también para España! Y, sin embargo, ¡qué difícil es que los españoles comprendan lo que significa la esencia de la democracia! En una democracia, el Estado se diferencia escasamente de la sociedad y poco espacio propiamente estatal escapa a la decisión por mayoría del pueblo.   Pero el presidente Obama no sólo ratifica el principio de la igualdad de condiciones sino que también podrá (yes, he can) vencer los dos peligros que Tocqueville predijo: “la tiranía de la mayoría” y “la tendencia a tener poco en cuenta los derechos individuales”. El primer peligro lo remediará con el fortalecimiento del sentido de la libertad política en el interior favoreciendo la independencia judicial y la participación social, y en política exterior, ajustándose a los deseos de paz internacionales. El segundo riesgo lo evitará fortaleciendo los derechos humanos al suprimir las cárceles y torturas de Guantánamo y, por fin, realizar los derechos de las minorías negra e hispana -entre otras-. Barack Obama es el “hecho providencial” de la segunda revolución democrática de América: los ciudadanos no serán ajenos al destino de los demás, el Estado no será un poder inmenso y tutelar; los ciudadanos abandonarán su “infancia bushiana”.

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