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No es sólo la crisis económica la que evidencia la desunión de la Unión Europea. Es la ausencia de unidad política la que la condena a la impotencia, como factor de estabilidad mundial. Se podía esperar de una conjunción de intereses económicos supranacionales, como la constituida en Maastricht, que tuviera resortes para afrontar la situación actual con criterios de política económica adecuados a la naturaleza de la crisis. Pero sucede que aquel miope Tratado fue concebido como un catecismo contra la inflación, sin imaginar el supuesto de que todos los países europeos cayeran a la vez en recesión y depresión. Hoy pagamos el precio de haber dado la dirección de la economía europea a unos catequistas monetarios.   Muchos europeos creen que la falta de unidad política en Europa se debe al egoísmo de sus Estados y a la oposición de los EE.UU., sin comprender las razones nacionales y culturales, todavía actuantes, que impiden superar la concepción geográfica y religiosa de este cabo asiático. Hay problemas de fronteras espaciales y fronteras religiosas. Rusia y España tienen en este aspecto una historia paralela. Pues no sólo tuvieron la oportunidad histórica de decidir no ser europeos, sino que cuando rechazaron esa posibilidad ya habían asimilado los elementos asiáticos o africanos que, durante siglos de dominación tártara o árabe, se infiltraron en la lengua y costumbres de sus culturas europeas. Antes de Pedro el Grande, la Rusia de Kiev era occidental, y cuando la Rusia moscovita se liberó de los tártaros miró a Europa a través de la cerradura de Bizancio. El monje Filoteo, en una carta a Iván III, marcó el destino occidental de Moscú como “Tercera Roma”. Y ahora, como en aquel ensueño de Dostoievski, ante un cuadro de Claude Loraine en Dresde, en Rusia se siente ya renacer su vital vocación europea.   Fue demasiado torpe la condena de Moscú, por su natural rechazo de la expansión de la OTAN hasta sus fronteras y por su invasión de una Georgia manipulada por Bush para agredir a la Osetia protegida de Rusia. Tanto EE.UU. como la UE han tenido que rectificar su error estratégico, para retomar el diálogo con la potencia moscovita. Diálogo necesario para superar el problema de la expansión de la UE a los países de Europa oriental, donde Rusia tiene gran influencia. Es irónico que cuando Obama pide ayuda a una Europa unida, para afrontar juntos los graves asuntos del mundo, la UE no sepa cómo realizar nuevas adhesiones hacia el este, y paralice el ingreso de Turquía, donde crece el islamismo con el desencanto europeista. La UE está literalmente desorientada.   florilegio "La unión de ignorancias relativas borra diferencias con la más acentuada."

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