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Un país puede crecer en habitantes, mercancías producidas, consumo de bienes, servicios prestados, vías de comunicación, lectores de libros y periódicos, incluso puede mejorar la calidad de vida y, sin embargo, permanecer estancado. Esto le ha ocurrido a la España de la Transición. Contrariando las estadísticas oficiales, la sociedad española, comparada con la de los países occidentales, se ha estancado en la situación que tenía en 1975, no sólo en el terreno de la economía, sino también en el de la cultura y la política. A la muerte de Franco, España era la décima economía del mundo. A finales de 2009, será la decimocuarta. La renta per cápita era entonces 20% inferior a la media de los países de la Comunidad Europea. Esta diferencia negativa de 20 puntos es la misma que hoy nos separa de esos países (“Convergencia real y envejecimiento: retos y propuestas”, Rafael Domenech, BBVA, y Ángel de la Fuente, Universidad Autónoma de Barcelona). El rápido crecimiento de la economía especulativa en los últimos veinte años sólo ha servido, a la economía real, para recuperar la posición perdida durante la crisis de los 80. Y lo peor es que, a causa de la inmigración, hemos retrocedido en productividad, el principal factor del progreso económico, respecto de la que teníamos en 1975. La crisis actual está poniendo las cosas en su sitio.   El estancamiento de las sociedades fue muy bien estudiado por los grandes sociólogos de principios del siglo XX. Uno de ellos, Pareto, lo atribuyó al impedimento de la circulación de las élites en todo Régimen de poder que no promueve la renovación de los cuadros dirigentes, ni abre compuertas de aliviadora libertad, como en las presas hidráulicas, a la presión creciente de las masas insatisfechas, o disconformes con el modo de producción causante de paro, enagenación y miseria.   La historia parece confirmar la hipótesis de Pareto. La casta de “los perpetuos”, en el Directorio que puso fin a la revolución francesa, estancó la economía hasta la revolución burguesa de Luis Felipe, 35 años después. La casta franquista de los vencedores en la guerra civil mantuvo estancada la economía española durante más de 20 años. La casta de los perpetuos Transitores a la monarquía de partidos la mantiene, mediante corrupción y propaganda, en el tanque financiero heredado en 1975. Si hoy circulan nuevas élites tecnocráticas, como las que surgirían de una eventual Reforma del Régimen, sólo introducen sangre joven en un cuerpo viejo y corrompido.   florilegio "Diques contra la fluencia social de cuadros dirigentes, partidos y sindicatos estatales aseguran el predominio del factor reaccionario en el gobierno del Estado y el desgobierno de la Sociedad."

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