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El fundador de la psicología analítica y forjador del concepto de inconsciente colectivo, consideraba que el hombre ha vivido siempre en el mito, es decir, en relación permanente con lo que nos ha precedido: el linaje espiritual y biológico de la especie. El apartamiento de los mitos, -desde la tabula rasa del presente-, por parte de aquellos que los ven como cosas sobrepasadas o inútiles, conduce, según el dictamen de Jung, al desequilibrio anímico que origina la mayor parte de los trastornos. Así, siendo necesaria la conexión con la tradición, cortar con ella, nos mutila y deforma; las hecatombes y los sacrificios absurdos llevados a cabo por los hombres en el curso de su historia tendrían, como causa primera, esta ignorancia del pasado.

Si Freud señalaba la existencia de un subconsciente personal donde se encierran los traumas y represiones individuales, Jung nos hace reparar en una especie de memoria común de las experiencias repetidas de un conjunto de seres humanos, donde determinadas imágenes primordiales se activan inconscientemente (con la fuerza de una imaginación instintiva) en situaciones clave.

Un seguidor de Jung, Joseph Campbell, interesado en los arquetipos de los que se nutre la mitología, escribe “El héroe de las mili caras”: esencial fuente de inspiración para George Lucas. Este libro desentraña los viajes de iniciación que emprenden héroes de variopinta condición (Cenicienta, Parsifal), formulando sus distintas etapas, desde la inicial que consiste en una llamada sorprendente que los saca de su mundo habitual hasta la última fase del viaje, en la que vuelven (cambiados tras superar duras pruebas) a su punto de partida, para desempeñar el papel de bienhechor, pasando por aquella en la que deben luchar con el dragón y matarlo, como Sigfrido. Luke Skywalker, atendiendo a la llamada de socorro de la princesa Leia y conducido por el viejo maestro Obi-Wan Kenobi, comprenderá que su enfrentamiento con el Imperio conlleva vencer a Lord Vader, es decir, matar al padre que, en su obsesión de mantener la paz y el orden –y en última instancia, asegurar la felicidad o la ausencia de dolor- a través del terror, ha olvidado que “las cosas que principian con el mal, sólo se afianzan con el mal” (“Macbeth”). Jung también afirmaba que poco importa lo que la gente piense acerca de la experiencia religiosa puesto que los creyentes sienten que poseen el inmenso tesoro de algo que los ha dotado de una fuente de vida, de significación y de belleza, y que hace resplandecer al mundo. El misticismo de los caballeros jedi, con sus ropajes medievales y sus espadas lumínicas, semeja el de una orden de monjes-guerreros, y las constantes alusiones a una fuerza con un lado oscuro o “reverso tenebroso”, tienen relación con los elementos esotéricos de la tradición hermética: la fuerza (o el éter) es neutra, es decir, magia blanca si se usa con altruismo, y negra, cuando se conjura con fines mezquinos.

Han Solo constituye el arquetipo de aventurero y rebelde individualista: para ser revolucionario hay que creer aún en algo donde parece que ya no hay nada en lo que creer. Sólo hay una libertad para el personaje que encarna Harrison Ford, “mi poder”, y una verdad, “el espléndido egoísmo de las estrellas”, o como decía el apóstol del “yo único” (Stirner), el bien es aquello que puedo utilizar. En principio, este simpático granuja sólo acepta ayudar a los enemigos del Imperio a cambio de una fabulosa recompensa, pero finalmente se redimirá combatiendo incansablemente por la libertad de todos los demás, y en ello tendrá mucho que ver la ilusión de amor que ha despertado en su indomable corazón la princesa Leia. Cesare Pavese, al igual que Stendhal, veía en el amor una ficción de la que no podemos prescindir (o un error necesario), ya que en la selva de egoísmo donde se desarrollan nuestras vidas, aunque el ego aislado no deja de sufrir, el goce amoroso tampoco deja de ser un anestésico. “Es posible no pensar en las mujeres, exactamente igual que es posible no pensar en la muerte”, concluía Pavese.

Si los extraterrestres y sus platillos no fuesen más que la proyección psicológica de nuestras inquietudes actuales y de nuestro deseo de hallar una solución fuera de nosotros, la idea del bien y el mal seguiría estando ligada a ellos, como a toda manifestación de lo humano. A años luz de nuestro minúsculo planeta, pero con arquetipos universales, la mítica Star Wars posee una inmensa fuerza de atracción.

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