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Camarote del capitán Nemo (foto: José Castro) Viaje al fondo de Julio Verne   En la crítica de la sociedad de masas menudean una serie de términos, como alienación y deshumanización, que se han convertido en clichés. Para designar este estado de gregarismo consumista Ionesco utilizaba la palabra “burgués”, pero no en el sentido periclitado de la retórica de izquierdas, sino para aludir a todo cuanto le disgustaba: el “realismo” del teatro y el conformismo ambiental. Aunque en los lugares comunes de la crítica literaria nos encontramos con un burgués acomodado que creía firmemente en las virtudes del comercio, en los avances tecnológicos que los descubrimientos científicos nos procurarían, y en los frutos de la educación general, la figura de Julio Verne no se deja colorear y delinear con tanta facilidad.   Verne sentía una evidente simpatía por los socialismos utópicos (Fourier, Saint-Simon) y por el anarquismo (Bakunin), y en algunas de sus obras y de sus personajes más característicos es posible adivinar un fondo subversivo. Sus obras sufrieron mutilaciones, censuras, póstumas traiciones familiares (su hijo cambió el apocalíptico sentido original de Los náufragos de Jonathan) y rechazos editoriales: nadie quiso publicar la visión cáustica del progreso tecnológico que contiene París en el siglo XX, con una bendita electricidad  que  se  ha transformado  en  una fuerza demoníaca que amenaza la supervivencia de los hombres.   Entre otras groseras modificaciones, Pierre-Jules Hetzel, el editor de 20.000 leguas de viaje submarino, puso en boca del capitán Nemo “¡Patria y Dios!” cuando Verne le hacía gritar “¡Independencia y Libertad!”. En su ensayo sobre los orígenes populares del mito del superhombre moderno, Gramsci ponía en primer lugar El conde de Montecristo. Pues bien, en Nemo también podemos detectar acentos nietzscheanos: “lo que necesita el mundo no son nuevos continentes, sino hombres nuevos”.   James Mason, aparte de encarnar a un Nemo dominado por la misantropía y el afán de venganza, en la agradable adaptación de Richard Fleischer, fue también el científico Lidenbrock del Viaje al centro de la Tierra de Henry Levin, película donde se deja a un lado el viaje iniciático (muerte o mutación, y renacimiento o salida) del texto de Verne para construir un relato de aventuras tradicional donde prima la alegría por los maravillosos descubrimientos del grupo de expedicionarios: un océano interior, un bosque de sal, las cascadas luminosas, las setas gigantes, los animales prehistóricos. Más allá de las lecturas infantiles, en la narrativa del autor de La isla misteriosa hay un mundo inexplorado.

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