Claro

Oscuro

Es bien cierto que al descubrir o alcanzar ?lo que suele ocurrir súbitamente, como una auténtica iluminación interior? el entendimiento justo de lo que significa la ecuación republicana, verdad política = libertad colectiva, cambian, ?de pronto, también, y por completo?, no solo la previa intuición de la libertad, sino la propia «impresión de libertad», por decirlo en términos de la filosofía zubiriana. La libertad se convierte en otra cosa.   La visión o el panorama de las libertades o derechos individuales se modifican por completo. Éstos, que habían sido elevados a los altares por los teóricos del liberalismo y de la democracia liberal, confundiendo los derechos con la libertad, como ha observado Antonio García-Trevijano en su libro, Teoría pura de la República Constitucional, descienden a ocupar su modesto lugar dentro de la vida social. Desde las «cuatro grandes libertades de los modernos»: la libertad personal, la libertad de pensamiento ?y sus múltiples derivados?, y las libertades de reunión y asociación, que apuntan en dirección a la libertad política colectiva; hasta las innumerables libertades individuales de toda índole, y sus correspondientes derechos ?de conciencia, creencias religiosas o culto; de expresión, opinión, prensa, educación y enseñanza o cátedra; las libertades económicas, de profesión, comercio e industria; las libertades sociales, de trabajo, descanso, vacaciones, salario y desempleo, vivienda y asistencia médica?; la verdad es que, frente a la libertad colectiva, organizada en el seno de una moderna República Constitucional, tanto por separado como en conjunto, no parecen gran cosa.   Sin representación política de la sociedad civil, y sin separación en origen del poder legislativo y ejecutivo, no existe garantía posible de todas esas libertades y derechos. Es más, la libertad colectiva no es sólo garantía, sino condición constituyente ?por su propia esencia? y, por tanto, inevitable. De ella proviene la efectiva y posible realidad de las libertades «limítrofes».Todas las libertades y derechos correspondientes, que vemos pertenecer a cada individuo, proceden de la naturaleza de la especie humana, donde surge la libertad colectiva de modo constituyente, así como de la sociedad, donde viven y arraigan aquellas libertades.   El dogma liberal de las libertades limítrofes, «Mi libertad acaba donde empieza la de los demás», que confunde los derechos privados con la libertad, dice García-Trevijano: «Es justamente lo contrario: «solo se puede ser libre con la libertad de los demás». Por eso la libertad política es colectiva. Quien no sienta en su corazón esta evidencia nunca sabrá lo que es y no es libertad política».

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