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Fantasmas de nuestro tiempo (foto: Darren Lehane) Acuerdo sobre Pensiones   El día 2 de febrero de 2011 firmaron a bombo y platillo el Acuerdo Social y Económico (ASE), en la sede del Poder Ejecutivo, dos sindicatos (UGT y CCOO), dos patronales (COE y CEPYME) y el Gobierno. Dicho acuerdo recoge una variedad de buenas intenciones, declaraciones evanescentes y humo de rastrojos económicos, que han servido de envoltorio para la verdadera decisión: bajar las pensiones públicas. Este ASE ha sido firmado con luces mediáticas cegadoras para que los ciudadanos no viesen más que destellos. Los responsables de ese Poder Ejecutivo se encargarán de presentarlo en el Congreso de los Diputados para que los delegados de los partidos (los situados en los primeros lugares de las listas elaboradas por aquél, que en este país llaman representantes) lo aplaudan. Ante este apretón de manos, los ciudadanos nos preguntamos ¿qué han recibido aquellos a cambio de la firma del acuerdo?   La inmensa mayoría de la gente de nuestro país cree que la pensión que cobran o a la que aspiran es el fruto de lo que han entregado a lo largo de su vida. Desconocen que la función principal de las cuotas que ingresan en la Seguridad Social es pagar las pensiones actuales (reparto), no rellenar una cuenta de ahorro particular con todas sus aportaciones históricas a dicha institución, convenientemente rentabilizadas por ella (capitalización).   En nuestro sistema de Seguridad Social, las pensiones contributivas que se recibirán en el futuro (por haber cotizado), tienen en cuenta un conjunto de criterios que las matizan: la edad a la que comenzarán a percibir la pensión (el ASE la eleva de 65 a 67 años), los años de cotización (el ASE incorpora el concepto de carrera laboral completa para los trabajadores que hayan cotizado 38 años y 6 meses para tener derecho al 100% de la pensión), la actualización constante de las cantidades cotizadas y los años tenidos en cuenta para el cómputo de la pensión (el ASE los aumenta de 15 a 25). Estos cambios llevan implícito un mensaje: la Seguridad Social que viene solamente garantizará pensiones mínimas.   Este conjunto de criterios trata de acercar la pensión pública a una renta vitalicia derivada de aquella cuenta de ahorro particular, aunque el resultado final se quede en el camino y tenga que ser completado con una gran dosis de asistencia social. Veamos un ejemplo: un trabajador del grupo 3 (Jefe administrativo, de taller o similar) que ha ingresado en la Caja de la Seguridad Social 154.000 euros a lo largo de 35 años de cotización (132.000 de cuotas empresariales y 22.000 de cuotas suyas), recibirá a cambio, durante 15 años, una pensión por valor de 400.000 euros (1.654 euros al mes en el año uno, 2.183 euros al mes en el año quince) y su viuda, posiblemente, recibirá 174.000 euros durante otros 10 años (1.135 euros al mes en el año uno, 1.356 euros al mes en el año diez). Como vemos la Seguridad Social se hace cargo de 420.000 euros (página 396 y ss. de “El desmoronamiento de España” de Alberto Recarte). Fácilmente se puede deducir lo que pasa en el resto de los grupos de cotización.   Además de la compensación a las pensiones contributivas, existen otros ejemplos que ratifican la paulatina conversión de este modelo de Seguridad Social en un sistema asistencial: la garantía de una pensión mínima (para los han cotizado por bajas cuantías) y la concesión de pensiones no contributivas (para aquellas personas que no han cotizado). De las 5.193.107 pensiones de jubilación a 31 de diciembre de 2010, 2.306.022 (44,4%) tienen una cuantía inferior a 600 euros al mes. Cada vez hay más gente que se acerca a la pensión mínima, lo que está propiciando que colectivos, que de por sí cotizan poco, lo hagan en la menor cuantía posible para ser reabsorbidos por el mínimo asegurado.   Los defensores del ASE se han dedicado estos días a glosar los arreglos (posibles parches) que se han de realizar para que este sistema de reparto siga funcionando, tales como generar un clima propicio para que haya un aumento del número de cotizantes (la realidad les ha dicho que la afiliación ha bajado en 223.143, situándose en 17.361.839); tener en cuenta el aumento de la esperanza de vida para corregir el sistema; y cambiar una parte de la financiación a través de cuotas (impuesto directo sobre las nóminas) por otra financiación a través de impuestos generales (IVA por ejemplo) para abaratar los costes salariales de las empresas. Estos analistas “se instruyen, como los idiotas de Homero, por los acontecimientos” (Antonio García-Trevijano).   También conviene mostrar la otra cara de este sistema de protección social, caracterizado por: una buena dosis de paternalismo, al considerar a las personas incapaces de tomar decisiones sobre su futuro; un posible fomento de conflictos y tensiones en grupos sociales, ya que son las personas jóvenes que trabajan las que pagan las pensiones de los mayores; una barrera a la libertad de elección para escoger el modo de pasar de la vida activa a la vida de jubilado; y una utilización de este sistema por los políticos para la caza de votos (capítulo XXII de “ Nuevos Estudios de economía política”, Jesús Huerta de Soto).   Ante el funcionamiento de este sistema, heredado del sistema ideado en tiempos de Bismark, muchos países industrializados lo han ido cambiando por otros sistemas mixtos de protección social. Entre ellos cabe mencionar a los sistemas que garantizan una pensión mínima con cargo a los presupuestos públicos y otra contributiva complementaria de acuerdo con los planes de pensiones obligatorios (hasta el 50-60% del salario) y voluntarios incentivados (a partir de ese nivel); y aquellos otros que poseen una asistencia social que tiene en cuenta las necesidades demostradas de cada persona con cargo a los presupuestos públicos e incentivan activamente la constitución de seguros de vida, planes de pensiones públicos o privados y el ahorro individual (Jesús Huerta de Soto e Informe de la ONU sobre esta materia).   ¿Por qué algunos dirigentes políticos y sindicales se niegan a reflexionar sobre estos sistemas mixtos como hicieron en Gran Bretaña, Suecia o Chile a finales del siglo XX?

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