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En estos días de protestas por los “recortes sociales” que se avecinan, por las drásticas consecuencias que se van a derivar de los “pactos del euro”1 y por los ajustes anunciados por los nuevos/viejos gobiernos regionales, producen sorpresa esos mensajes nacidos en las cientos de asambleas de barrio que ofrecen soluciones colectivas para vivir en una nueva Arcadia feliz (todos debemos tener vivienda, trabajo, sanidad y educación; todos debemos de disfrutar de una vida sana y feliz).   Este Estado de Bienestar, con el que sueñan los asistentes a las asambleas primaverales, no es más que la versión actualizada de la economía política de otros tiempos2. Aquél se impuso de manera sibilina, como alternativa a las soluciones más radicales que comenzaban a tomarse en la Europa del Este. Sus autores prometieron a los más desfavorecidos precisamente esos servicios elementales de forma cuasi gratuita o “gratis total” y además lanzaron un “órdago a la grande”: el cuidado de los hombres desde la cuna hasta la tumba.   ¿Cómo conseguir esta empresa? Las experiencias del dirigismo de las economías de guerra (sobre todo en la II Guerra mundial) y la teoría económica keynesiana aportaron la solución. John M. Keynes3 se convirtió en el nuevo profeta de la justicia social y sus seguidores recomendaron políticas fiscales cargadas de gastos y de impuestos, acompañadas por un montón de controles burocráticos para que el mercado estuviese al servicio del Estado.   En esas asambleas de barrio se han ido desgranando de forma caótica medidas de política económica de variado pelaje (reparto del trabajo existente, bonificaciones a empresas que contraten a parados, subsidios a personas sin trabajo, ayudas de alquiler, educación cuasi gratuita, más personal sanitario y más profesorado, transporte público barato, menos coches privados por las ciudades y mas bicis, etc. etc.) sin pensar en el origen de los inmensos recursos que habría que poseer para financiarlas. Nada nuevo bajo el sol, soluciones que se vienen planteando desde hace siglos por determinados grupos.   Si ha de ser el Estado (Estado, Comunidades Autónomas y Entidades locales) el que hará la provisión de todos esos bienes y servicios, como muchos de ellos desean ¿De dónde saldrá el dinero para llevarla a cabo? ¿De la venta del patrimonio público? ¿De los impuestos? ¿De los préstamos? Estas fuentes tienen límites lógicos: hay mucha gente que no obtiene rentas y por tanto no tributa; otros, los “ricos”, tributan lo imprescindible (pueden huir del país como está ocurriendo en Grecia, establecerse en paraísos fiscales o en la economía sumergida); y los préstamos hay que devolverlos y pagar sus intereses. Lo demás es fantasía.   Nunca debemos olvidar que el Estado de Bienestar es el gran mito de la política contemporánea, falsifica la democracia al identificarla con la pretensión de que todo puede ser público, cosifica la política al convertirla en un conjunto de medidas de política económica y es un excelente caldo de cultivo para las elites del Estado de Partidos. El exceso de protección neutraliza a la sociedad civil, convierte a las personas en eternos adolescentes y a la nación en un rebaño de animales tímidos, estabulados y fáciles de manejar por el pastor gobernante4.   Es un sueño adolescente la ofrenda de vivir por encima de nuestras posibilidades (nunca fuimos tan ricos como nos hicieron creer). Es un infantilismo echar la culpa de nuestros males a los que no quieren prestar su dinero por miedo a que no se lo devolvamos. Es pura demagogia acostumbrar a mucha gente a vivir sin trabajar creyendo que el Estado Total5 soluciona cualquier problema. Y es una estupidez pensar en la existencia de una nación situada de espaldas al mundo que nos rodea, escapando de la Unión Europea6.   Como hombres libres, que pisamos la tierra cada mañana, debemos saber que los bienes son escasos y susceptibles de usos alternativos7 y que nada es gratis, ni los bienes y servicios que recibimos ni la libertad política a la que aspiramos.   1. Veremos los términos del acuerdo, después de la reunión que van a tener los dirigentes de la UE, y las consecuencias que tendría para España si no lo firma.   2. Muchas de estas reclamaciones están recogidas en “La economía política de la nueva izquierda” de Assar Lindbeck, un libro escrito en 1971 y traducido al español en 1973. Un economista sueco, gurú del Estado de Bienestar y presidente del Comité de los Nobel de economía durante varios años.   3. Sobre todo por su obra “Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero”   4. capítulo XXXII (El Estado de Bienestar) de “Historia de las formas del Estado” de Dalmacio Negro.   5. capítulo XXX (El Estado Total) de la obra y autor citados.   6. Explicaremos las posibles consecuencias de nuestra salida del euro.   7. Típica definición de introducción a la economía recogida por Paul Samuelson o Richard G. Lipsey, entre otros.

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