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España alzó el estandarte del milagro económico al ponernos por encima de Italia en PIB y presumió de un ejemplar proceso de transición política. Todo era una maravilla hasta que nos hemos topado con la verdad.

Con 4,7 millones de parados y en recesión, la clase política empieza a percibir de su incapacidad para poner remedio a los males que padecemos.

Todo empezó con la crisis financiera internacional, que en España pinchó la burbuja inmobiliaria; después descubrimos que las cajas y los bancos, los particulares y las empresas, el Estado, las autonomías y los ayuntamientos estaban tan endeudados que no podían hacer frente a las obligaciones financieras.

La respuesta son los recortes, y son los recortes los que hacen mas grande aún el agujero financiero y la economía se muere.

EL gobierno anuncia una línea de crédito ICO para que las administraciones puedan pagar las facturas pendientes, aunque impondrán a los acreedores una quinta, es decir, una minoración, si quieren cobrar, de la cuantía de sus créditos, la espera ya se ha impuesto por si misma, vuelva usted mañana y mañana tampoco.

Si uno de los efectos de la quiebra, hoy concurso de acreedores, era la quita y espera, nadie podrá negar que, técnicamente, estemos en quiebra. Aunque la clase política no lo confiese, los hechos ahí están.

Ocurrió lo mismo con la crisis, que primero fue negada, luego atenuada y, cuando ya era palpablemente abrumadora en la vida diaria de los españoles, cuando ya se había convertido en quiebra, se se reconoce que la situación de crisis.

Hoy, con la quiebra delante de nuestros ojos, la partidocracia no sólo no la reconoce, sino que envía mensajes de lo que llama optimismo realista, y se afana en ajustes del déficit requeridos por Alemania, Francia, el Banco Central Europeo y FMI. Términos como la prima de riesgo o la calificación de la deuda nos suenan familiares.

Pero nadie habla de quiebra. En esta dinámica de ocultar la verdad, políticos, banqueros y medios de comunicación solo reconocerán que estamos en quiebra cuando lleguemos a la bancarrota. Es decir, cuando ya no haya nada con que pagar y nada de donde cobrar.

Todo indica que la bancarrota está próxima, basta para ello considerar el descenso de los ingresos públicos a que la desactivación de una economía en secesión ha llevado y que hace imposible la reducción del déficit, la siniestra de caída del consumo privado que nos lleva a considerar que la pobreza se ha adueñado ya de nuestras vidas y, como no, la terrorífica tasa desempleo, que insistentemente nos indica que lo que hoy es quiebra, amenaza ya de bancarrota.

La bancarrota provocará el cambio político necesario. El modelo de la Transición, la Monarquía parlamentaria partidocrática, agotada, desprestigiada y arruinada, dejará paso, en un paisaje desolado, a la República Constitucional de representación directa y mayoritaria, y separación de poderes desde el origen, lo que no sea así, solo será dictadura mas o menos disimulada. El fin de la gran mentira solo se alcanzará con la Libertad Política.

José Mª de la Red Mantilla.

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