Claro
Oscuro
De todos los aspectos de la transición, la falta de clarividencia en sus escritores respecto al mimoso trato que les dispensa el poder me causa la mayor extrañeza. Cuesta creer que todos estén ciegos o carezcan de esa imaginación que anticipa el desenlace de las relaciones labradas entre artistas de fama y príncipes del Estado. Un terreno propicio a la eclosión del talento literario. Apenas hay autor grande que no lo haya explotado con genialidad. En la literatura de la transición, esas típicas relaciones están concebidas, incluso por gente de mérito, con ligera simpleza, pesada vulgaridad y poco mundo. Sería demasiado cruel entrar en comparaciones con los novelistas de otras épocas. Basta una pieza de teatro, en los albores del XIX para saber de lo que hablo.
La Princesa pone una corona de laurel a Tasso protegido de su hermano, Príncipe de Ferrara, en recompensa del poema que acaba de terminar: y otra igual en un busto de Ariosto para realzar aún más la gloria del joven poeta. En ese momento llega triunfante de una negociación de Estado el favorito Antonio.
Tasso: «Espero saborear los frutos de tu inmensa experiencia».
Antonio: «Tú me verás siempre sincero, si desde tu mundo puedes echar una mirada en el mío. Me extraña ver aquí dos cabezas coronadas».
Tasso: «Si mi dicha es chocante a tus ojos, quisiera que esa misma mirada viese la vergüenza que me habita».
Antonio: «Cuando el Príncipe recompensa ignora la medida, aprendes al presente lo que todos sus servidores conocen».
Princesa: «Espera ver su obra, y nos encontrarás justos y moderados».
Antonio: «Quien se siente lo bastante fuerte para alinearse con este hombre (Ariosto) merece la corona. aunque no sea más que por su bravura. Estos poetas. estas coronas, y el vestido de las bellas engalanadas para alguna rara tiesta. me transportan y me lanzan en un mundo desconocido».
La Princesa coquetea con Tasso y le asegura que Antonio lo pondrá al nivel del que acaba de oponerle como gigante. El poeta dice que eso no le ofende: “Lo que me ha emocionado es la imagen del mundo inmenso y sin quietud, cuyo centro es un hombre de espíritu todopoderoso, un semidios que osa prescribirle su curso. Cuanto más le escuchaba, más me veía disminuir en mi propia estima».
Aparte de la envidia que se oculta en la humillación del poeta por el poderoso. Goethe quiere instruimos, con «Torcuato Tasso», sobre el modo dramático de ser clarividente en las relaciones con el Poder. A este fin, pone en pie tres ideas.
l. La suspicacia de los poetas, vicio de su carácter, es fuente de perspicacia, virtud de la inteligencia, para ver la falsedad de las relaciones que el Príncipe anuda en su entorno.
2. La razón de esa falacia no está tanto en la celosa condición de las personas cortesanas. como en la relación entre mundos que se ignoran por principio.
3. De tal Ignorancia manan dos sentimientos opuestos: admiración ciega de los hombres de espíritu por los hombres de acción; y desprecio instintivo de éstos hacia aquellos, a quienes usan, corno si fueran ingenios mecánicos, por utilidad o diversión.
Cuando Tasso dice que las artes y las ciencias encuentran apoyo en el Príncipe, Antonio precisa: «Él honora la ciencia según su utilidad, según que ella enseñe a conocer los pueblos, a gobernar el Estado; él estima las artes según su poder de embellecer, si aumentan los esplendores de su Roma, si hacen de sus palacios, de sus templos, milagros terrestres, nada alrededor de él debe permanecer inactivo. Lo que encierra un valor tiene el deber de manifestarse y de servir. Manifestarse en adulación. Servir a su poder. Destino de laureados. Tasso, no bastante joven para inclinarse ante los falsos dioses, ni bastante viejo para retar al ultraje palatino, se rebeló en el santuario del mundo, por su propia estimación, por orgullo de escritor. Y cayó en desgracia. O sea, se inmortalizó. Entre tantos laureados. ¿cuál es el Tasso de la transición?
LA RAZÓN. LUNES 2 DE AGOSTO DE 1999
Blog de Antonio García-Trevijano