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El 15 de marzo de 1928 Ramiro Ledesma Ramos hace una entrevista al matemático Rey Pastor para la Revista “La Gaceta Literaria”, que adquiere desde sus primeros números un enorme prestigio, y que estaba dirigida por el gran amigo de Ramiro y antiguo profesor suyo de Instituto, Ernesto Giménez Caballero. Los artículos de Ramiro en la Gaceta liberaron a éste de su fatigoso trabajo de cartero, siendo pagados sus artículos espléndidamente, con cinco duros cada uno. A partir de 1928 empezará a vivir sólo de su talento literario y filosófico. Se compra su primer traje, una motocicleta y marcha a vivir a una pensión más decente. La Dictadura de Primo de Rivera había solucionado por completo el problema marroquí. El rifeño Abd-el-Krim estaba preso y el Protectorado español en Marruecos vivía en paz, la economía española estaba en plena expansión y diríase que España vivía uno de sus momentos más felices del siglo XX. En esos años Rey Pastor representaba uno de los impulsos más poderosos de las Ciencias españolas en general en el solar patrio, y que debería ser enmarcado en ese Renacimiento español que supone los Años Veinte. Acababa de escribir la magnífica obra histórica, Matemáticos españoles del siglo XVI, en la que, entre otras cosas, explicaba las razones de nuestra aparente reluctancia nacional hacia las Matemáticas.

El filósofo Ortega y el gran físico Cabrera representaban también este espíritu revitalizador de espíritu español de estos años florecientes.

¿Podríamos hablar con seriedad de la incapacidad de los españoles para la investigación de las ciencias exactas? La verdad es que no se trataría de incapacidad sino de pura mala suerte histórica. El siglo más notable de nuestras matemáticas fue el siglo XVI, que fue pródigo en matemáticos de talento, pero que cometieron el error de ir a París, cuya Universidad gloriosa en aquel entonces se encontraba muy a la zaga en estos estudios, y nuestros matemáticos, aunque espléndidamente bien dotados, no lograron siquiera enterarse de que en aquellos mismos días los matemáticos italianos y alemanes poseían conocimientos muy superiores a los suyos y a los de la Sorbona.

Durante los siglos XVII y XVIII el aislamiento intelectual de España nos impidió vincularnos con las más geniales concepciones matemáticas que en esos dos siglos se desarrollan. España estará ausente durante las grandes floraciones de las Matemáticas. Y el gran peligro que veía Rey Pastor en las matemáticas del momento era que las mejores cabezas matemáticas españolas se deslizaban hacia su utilidad inmediata y más primaria, haciéndose grandes ingenieros, que necesitaba a la sazón con urgencia la Dictadura para llevar a cabo su ambicioso plan de Obras Públicas de todo tipo. No obstante, rey Pastor había conseguido formar una gran pléyade de importantes matemáticos; como Pineda, Fernández Baños, Puig, Lorente, Araujo, Orts, Rodríguez Bachiller, Lorente de No – traductor de la obra de Lobatchfsky – , Escobar, Carranza, y el propio Zubiri.

Sostenía el riojano Julio Rey Pastor que el cálculo diferencial absoluto de Ricci, así como las Geometrías de Lobatchfsky y Gauss, y los trabajos de Riemann acerca del espacio de n dimensiones, aparentemente matemática pura todo ello, pura belleza abstracta, brindaron, sin embargo, a Einstein el instrumento matemático más valioso para expresar y demostrar su teoría de la Relatividad. A diferencia de Newton, más grande que Einstein a juicio de Rey Pastor, porque tuvo que inventar el cálculo infinitesimal para explicar su formidable teoría física de la Ley de la Gravitación Universal, Einstein ya contaba con las matemáticas que necesitaba para explicar la suya. Ramiro Ledesma Ramos fue uno de los primeros españoles, junto a Rey Pastor, que sabía las suficientes matemáticas como para poder explicar y divulgar la teoría de la Relatividad restringida de Einstein, que se necesitaba para explicar la Electrodinámica. Einstein usó las ecuaciones de Lorentz para poder explicar la electrodinámica. Hans Driesch desautorizaba la Geometría no-euclidiana para desprestigiar – por envidia – la genial teoría de Einstein. Ramiro defendía la proeza de Einstein frente al compatriota envidioso. La crítica de Driesch se extendía a la metageometría y a los trabajos de Gauss, de que tanto hizo uso Einstein. Pero para Ramiro – en contra del futuro nazi rencoroso Hans Driesch, la verdad geométrica de Labatschefski ( Pangeometría o Geometría imaginaria ) subsiste independientemente de toda representación, y es la única que podría explicar los efectos, no previstos por la Geometría Clásica, de la gravitación. Las teorías del “judío” Einstein fueron defendidas hasta su muerte con calor y honesta convicción por el sabio jonsista Ramiro Ledesma Ramos.

Desgraciadamente la mayor parte de la vida académica de Rey Pastor la pasó en la Argentina, país que conoció una eclosión de grandes matemáticos gracias a nuestro matemático logroñés. Discípulos argentinos de Rey Pastor fueron los grandes matemáticos Blaquier, Babini, Vignaux, Lamenza y Varela Gil. Diríase que la raza hispánica está incapacitada para las matemáticas, y que nuestro pillastre Diego Torres de Villarroel, díscolo y travieso, astrólogo, cabalista, echador de cartas, ermitaño, bailarín, alquimista, torero, curandero y, sobre todo, irremediable escritor de almanaques y pronósticos, sea el símbolo supremo de esta minusvalía de la raza. Sus matemáticas pronosticaron el mes de la muerte de Luis I, hijo de Felipe V, el motín de Esquilache, y la Revolución Francesa. Desde luego, no hubiera ayudado a mejorar el informe PISA, pero nos hubiera prevenido de desastres como los de Zapatero y su epígono Rajoy.

El encuentro con Rey Pastor hizo que Ramiro Ledesma Ramos comenzase a amar con devoción las matemáticas, la segunda carrera universitaria que cursaría, y gracias a sus gestiones con el Ministerio de Instrucción, consiguió una subvención de un millón de pesetas para que Rey Pastor diera un Seminario en Madrid durante el verano de 1928.

En aquel año de 1928 Ramiro escribió sus primeras reflexiones sobre el patriotismo. Entendía el zamorano que si el patriotismo se fundaba en el Rey, la Constitución, la catadura de la clase política o la Administración, podría fácilmente acabar dando asco ser español. Pero si se fundamentaba en la raza en sentido lato, en el amor al pueblo con su carácter nacional y una dignidad fundada en la libertad, en los mejores hombres que de él han salido, como Cervantes y el propio Rey Pastor, en las grandes conquistas y hazañas colectivas de la Historia y en los entrañables paisajes del territorio nacional, así como en su enorme potencialidad futura, entonces el patriotismo y el amor a España serían prácticamente indestructibles. Ni la patria ni el pueblo ni la nación son la sociedad, que depende sólo de cada coyuntura sociopolítica en que el pueblo vive. La patria, el pueblo y la Nación son conceptos transhistóricos que han creado un carácter perenne, un estereotipo, reconocible por completo para los otros pueblos y naciones. Tan reconocible que todas las poéticas de teatro enseñan al autor con qué rasgos construir el carácter de un español.

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