Claro
Oscuro
Los Gobiernos de Aznar y de Ibarreche no están tan alejados, en la autodeterminación, como ellos creen y a los demás parece. Si analizamos las declaraciones de Rajoy a este periódico (16/7/01), veremos que las posiciones no son irreconciliables porque no son incompatibles. El Gobierno vasco ha introducido el tema en la declaración programática. Y el Gobierno de Aznar lo pospone: «La prioridad es acabar con ETA, si lo logramos estaríamos en un escenario muy diferente». El Gobierno vasco lo pone sobre la mesa de negociación. Y el Gobierno de Aznar lo aplaza: «Hablar de una mesa de diálogo sin saber con quien, para qué y con qué objetivos requiere unas concreciones». ¿Hablaría de autodeterminación e independencia en un escenario de paz?, pregunta el director de LA RAZÓN, José Antonio Vera: «Requeriría una modificación constitucional y estatutaria. Hay procedimientos para eso, pero ni estamos en ese estadio ni nos mostraríamos partidarios de esa posibilidad». El PP no niega la posibilidad del derecho de autodeterminación, pero pospone el asunto porque: la prioridad es acabar con ETA; no hay escenario de paz; no se ha llegado a ese estadio; habría que modificar antes la Constitución y no sería partidario de la Independencia.
La distancia se reduce, pues, a una cuestión de prioridades, es decir, a un orden de prelación distinto dentro de una misma agenda de pensamiento; a una valoración diferente de los temas en un mismo campo de acción y un mismo sustrato de ideas y a la posición ideológica del PP, que no se mostraría partidario de la Independencia si llegara a plantearse la autodeterminación.
Las declaraciones del vicepresidente Rajoy, aunque más cautelosas, coinciden sustancialmente con las de Mayor Oreja, antes de las elecciones vascas, y las de P. J. Ramírez en uno de sus artículos dominicales de El Mundo: normalizada la situación, en un clima de paz, sin miedo ni coacciones, nada tendrían que oponer a una Independencia salida pacíficamente de las urnas.
Este es el gran «defaitisme» que comienza a prosperar, para satisfacción de ETA, en el sector liberalísimo de los dirigentes del Gobierno y de la opinión. Su mensaje al PNV no puede ser más claro. Asóciate al PP y al PSOE en un bloque sin fisuras para que policías y jueces de instrucción acaben con ETA. Deja de criticar la actuación policial y las resoluciones judiciales fruto de esas operaciones. Luchemos contra el entorno de ETA, Haika, gestoras pro-amnistía, Ekin, que no son sino las caras desencapuchadas de ETA. Dale prioridad absoluta a la acción antiterrorista y a la represión de las fuentes sociales del terror. Derrotemos a ETA. Entonces hablaremos de autodeterminación. Y si cuentas con una mayoría de votantes, pese a nuestro voto en contra, aceptaremos la Independencia salida de un Referéndum vinculante.
ETA encuentra en semejante discurso la justificación de su existencia. La autodeterminación y la independencia no se habrían aceptado por los altos representantes del Estado, ni en teoría ni de boquilla, sin sus actos sangrientos.
Debe pues intensificarlos. Hasta que ese maravilloso discurso de los hombres del Estado pase de la teoría a la práctica y de la boquilla a la cabeza. Y el PNV sabe que dar prioridad exclusiva a la acción policial ¬fracasada durante un cuarto de siglo¬, es un pretexto para retrasar a las calendas griegas el tema de la autodeterminación, que es la causa del terrorismo.
La realidad los hace antagonistas. Pero si nos atenemos a lo que dicen y no a lo que hacen, la diferencia que los distingue se puede precisar, al estilo del letrero en la puerta del infierno dantesco, por la distinta clase de ilusión que despierta, en el etarrismo condenado al erebo eterno, el frontispicio esculpido en verde por el PNV, «Tened esperanza», y el pintado en azul por el PP, «No perdáis toda esperanza».
LA RAZÓN. JUEVES 26 DE JULIO DE 2001