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Visto lo visto el pasado sábado, el tsunami PODEMOS avanza imparable. Su fuerza es la indignación, la rabia de una sociedad que desprecia tanto a la clase política como se desprecia a sí misma. Hay mucho resentimiento, pero nada de arrepentimiento. No están arrepentidos de haber apoyado a esta partidocracia durante años, de haberse corrompido con esta monarquía, de haber callado cuando el dinero se movía por los despachos y por la calle al son de “Europe’s living a celebration”. Sin embargo, la rabia ciega el espíritu y no deja que los llamados “podemitas” vean con claridad. Desean el cambio, el cambio del cambio, el enésimo cambio de poder.

 

Cuántas manifestaciones hemos visto transitar por la Cañada Real de la Cibeles. Un día la encabeza un pastor, otro día un flautista. Su música suena acorde con la situación, los ojos del músico están llenos de maldad y de envidia, sabe perfectamente que él mismo es una farsa, el resultado de un oportunismo que nace de la amargura. Esa consciencia lo hace tremendamente peligroso, pero no para la libertad individual, como creen todos los falsos liberales, esos cortesanos que llevan cuarenta años aplaudiendo con las orejas a cambio de un sillón en uno de los programas de tertulia política, sino para la libertad colectiva: la libertad política.

 

PODEMOS se ha convertido, sin quererlo, en el balón de oxígeno del régimen. Una vez constituido como partido de masas, una vez abandonado su origen asambleario, el nuevo órgano del Estado ha iniciado el camino del poder. Para ello ha hecho uso de dos de las prácticas más comunes en todo régimen de partidos: reuniones en la sombra y grandes movilizaciones en la calle. ¿Acaso pidió permiso a sus afiliados antes de acudir al extraño encuentro con José Bono y José Luis Rodríguez Zapatero? Son muy pocos los que toman decisiones políticas en España, es lo que tiene la total ausencia de representación ciudadana y el absoluto descontrol del poder, la oligarquía. Sólo hay un poder político, el del Estado, y los partidos, como órganos con la exclusividad sobre su gobierno, están sometidos a la ley de hierro de las oligarquías de Robert Michels y a su condición de clase, definida por Gaetano Mosca. Es más fuerte la comunidad de intereses de clase que hay entre los partidos del Estado que sus diferencias ideológicas. Las ideologías desaparecen, la clase política se protege, como la corporación que es. PODEMOS es un nuevo fraude político. Descubriremos la magnitud de la catástrofe cuando el tsunami se retire con toda su crudeza.

 

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