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Tras la resaca electoral, llega el tiempo de los pactos, propio de un régimen de poder oligárquico, pues por los lectores de este diario único (en su especie) es sabido que si hubiera democracia, el gobierno quedaría determinado con las elecciones. Donde hay pactos postelectorales para la formación de gobiernos, hay oligarquía. Estas elecciones han resultado peculiares no tanto por la crisis, con la que ya nos hemos acostumbrado a sobrevivir, sino por la irrupción en el panorama político nacional de dos nuevas fuerzas oligárquicas: PODEMOS y CIUDADANOS. La primera representa la indignación, la ignorancia ante los hechos, la superficialidad de análisis, el oportunismo, la ambición sin principios, vamos un perfecto candidato para aposentarse en la socialdemocracia. La segunda no es más que la contrarréplica, la respuesta al miedo que provocan los podemitas en una gran parte del electorado, el heroísmo en Cataluña, la nada en toda la Nación; más oportunismo. Aunque en las elecciones locales y autonómicas no ha estado en juego el poder estatal, sí que han servido, sin embargo, como experimento político; y su resultado demuestra una vez más la imposibilidad del cambio de régimen desde dentro. Varios han sido los damnificados, que para mí son la prueba de que científicamente es imposible que unos nuevos jugadores, unos aventureros, como dice Don Antonio García-Trevijano, cambien la naturaleza de un régimen de poder cuyas reglas de juego dependen de los cuatro grandes partidos que poseen una estructura bien asentada en el Estado: PSOE, PP, CIU y PNV. Recuerden aquel anuncio en el que un hombre les decía a sus amigos: “o aceptáis pulpo como animal de compañía o me llevo mi juego”.

 

Frente a PODEMOS y CIUDADANOS se levanta el consenso. Pero ante los damnificados se levanta la socialdemocracia, los desvalores, la corrupción moral por principio. ¿Y quiénes son esos damnificados? El primero de todos, UPYD. El partido de Rosa Díez se presentó en su día como una formación que pretendía regenerar la democracia (una utopía, porque no se puede regenerar lo que no ha existido nunca en España) y denunciar la corrupción hasta acabar con ella. Fíjense bien en la contradicción que supone que un partido acepte entrar en el juego corrompido de una oligarquía y pretenda acabar con la corrupción participando en ella. Esta vez sí, como no  podía ser de otra manera, el resultado ha sido su práctica desaparición. Otro partido que ha sido víctima de la socialdemocracia es VOX ESPAÑA, el partido de Santiago Abascal. Mientras que Pablo Iglesias abandona Izquierda Unida y su ideario y funda PODEMOS porque considera que con las ideas de IU jamás podrá conquistar el poder, Santiago Abascal sale del Partido Popular justo por lo contrario, para recuperar esas ideas conservadoras a las que el PP ha debido renunciar para integrarse totalmente en la socialdemocracia. ¿Y qué le ha sucedido al nuevo partido de derechas? Que ha fracasado nuevamente en unas elecciones porque no se puede entrar en la socialdemocracia con ideas y valores cuando la socialdemocracia lo primero que te exige es que renuncies a ellos.

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