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El comportamiento político-económico de Tsipras y Rajoy tiene numerosas similitudes y una diferencia. La diferencia es el país que para desgracia de sus habitantes gobiernan. Grecia, como decía Gila, es “como un país”, cuya seriedad y fiabilidad es, por decirlo suavemente, muy discutible, mientras queEspaña es una gran nación, expoliada y aplastada por unas élites depredadoras con el BOE a su servicio, y una casta política incompetente y venal que lleva desde la infausta Transición haciéndonos crecer muy por debajo de nuestras posibilidades. Pero somos una gran nación que el día en que sea gobernada por gente competente y honrada dará un gran salto adelante, porque el potencial del pueblo español es enorme. Irlanda y España tenían en 1975 la misma renta per cápita, hoy nos superan en el 38%. Es en unsector público tres veces mayor de lo necesario donde se concentra toda la incompetencia, todo el despilfarro, todo el nepotismo y toda la corrupción.

Pero las similitudes entre Grecia y España son numerosas: sus gobernantes son unos profesionales de la mentira y un desastre como gestores que han engañado masivamente a sus electores y a sus pueblos; que solo piensan en ganar las siguientes elecciones y carecen de plan de futuro alguno; que han empeorado considerablemente la desastrosa herencia recibida; que mantienen un sector público sobredimensionado e imposible de financiar y con miles de empresas públicas inútiles; que tienen un sistema de pensiones quebrado, y que amparan los monopolios de poderosos sectores protegidos que no cesan de expoliar al país. Mentiras, irresponsabilidad política, irracionalidad económica, y corrupción institucional y personal, sistémicas son las similitudes de tan nefastos personajes.

Tsipras, cinco meses para llevar Grecia al caos

Tsipras y sus secuaces, con el inepto pretencioso de Varufakis a la cabeza, han sumido a Grecia en el caos. Empezando por lo más evidente para el pueblo llano: en los supermercados empieza a faltar de todo, una situación que recuerda la Venezuela de Maduro; las medicinas que dependen casi al cien de la importación desaparecerán en cuestión de días, primero porque los suministradores, al no poder cobrar por los controles de capitales impuestos, han dejado de suministrar, y segundo, porque muchos farmacéuticos las han derivado al mercado negro, donde pueden multiplicar su precio hasta diez veces. ¿Se imaginan un país sin insulina, algo que ocurrirá esta misma semana? ¿Se imaginan un país sin tratamientos anticancerígenos, algo que ya ocurre hoy? Es el caos total provocado por unos insensatos que convencieron a un pueblo ignorante y desinformado de que si votaban “no” en el referéndum podrían seguir viviendo por encima de sus posibilidades hasta el fin de los tiempos.

El daño infligido a la economía griega es tal que a día de hoy resulta imposible imaginar cuánto tiempo les puede llevar salir del abismo en el que democráticamente se han hundido. ¿Cómo van a seguir pagando a la legión de empleados públicos inútiles, la principal seña de identidad, igual que en España, del despilfarro y del nepotismo? ¿Cómo es posible que cobren un 60% más de media que en el sector privado, igual que en España, y que sea en las empresas y organismos públicos, en los que no existe prácticamente control alguno, donde la casi totalidad de empleados son parientes, amigos y correligionarios de la clase política, las diferencias salariales son más escandalosas, exactamente igual que en aquí? ¿Y qué decir de los jubilados? La jubilación anticipada a los 50 años para las mujeres y 55 para los hombres ha llevado a que los griegos disfruten de media 24 años de jubilación frente a los 18,5 la media de la OCDE. En España no es así, pero el déficit entre ingresos y gastos es tan enorme que todos los estudios actuariales muestran que es necesario bajar las pensiones en un 40% para garantizar su sostenibilidad.

Al solicitar Tsipras un tercer rescate el miércoles, afirmó con toda su cara dura: “Yo solo soy responsable de cinco meses en el cargo, no de cinco años de ajustes”. ¡Pues menudos ajustes! ¿Ajustar ha sido mantener un sector público disparatado con sueldos de lujo, cientos de empresas públicas inútiles, y las que eran útiles como los ferrocarriles habría sido más barato transportar a los viajeros en limusinas? ¿Ajustar ha sido mantener el mayor nivel de evasión fiscal de Europa? ¿Ajustar ha sido mantener unas jubilaciones eternas –no solo por lo antes señalado, es que además muchos miles de familias siguen cobrando la jubilación después de muerto el beneficiario–? ¿Este es el laboratorio de pruebas de la austeridad que según Tsipras ha fracasado?

¿Y qué han hecho el ínclito Tsipras y sus secuaces de la izquierda radical? Pues arreglar no han arreglado absolutamente nada, pero destrozando han sido unos artistas. Desde que gobiernan, 100.000 millones de euros han salido del sistema, 60.000 millones fuera de Grecia y 40.000 sacados de los bancos y mantenidos en billetes en sus casas por la gente común. Y se presenta en Bruselas contando que para arreglar este desastre necesita 50.000 millones, le dicen que sí y 24 horas después resulta que necesita 74.000, porque las dos semanas de control de capitales provocado por este insensato obligan a recapitalizar los bancos en 24.000 millones adicionales. Después de que Grecia estuviera creciendo desde 2012 –lo hizo en un 3% en 2014 y creó más de 100.000 empleos en el sector privado–, Varufakis y su corte de ultraizquierdistas consiguieron el milagro: hundir el crecimiento al -0,2%. Es decir, un desastre sin paliativos. No es de extrañar que nadie se fíe de las promesas de Tsipras.

Pero claro, hay un pequeño problema. Grecia necesita un rescate y, además, urgentemente. Pero si los griegos necesitan ser rescatados es porque no les da la gana vender los activos públicos, porque los activos en manos del Estado –refinerías de petróleo, eléctricas, gasistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, etc.– valen más de 300.000 millones de euros, por lo que si se deshacen de ellos, como ha ocurrido en todo el mundo, Grecia no necesitaría rescate alguno, y además, como ha sucedido en la parte del puerto del Pireo –vendida a una gran empresa china– la productividad se multiplicaría por diez.

Rajoy: su austeridad es el colmo del cinismo

Rajoy, por su parte, es el presidente de Gobierno más inculto de Occidente, que solo lee el Marca y ni se molesta en leer documentos esenciales como la última propuesta griega porque es un “coñazo”, como presidir el desfile el día de las Fuerzas Armadas –¿imaginan al presidente francés diciendo que es un coñazo presidir el desfile de mañana 14 de julio? El pueblo francés le echaría a patadas–. Rajoy se limita a escuchar los resúmenes que le cuentan, por lo que no es extraño que sin leer nada su gran comentario haya sido que “le suena bien la música”, que es lo que le ha referido De Guindos –que está loco por obtener el voto griego para su gran poltrona que ya nos lleva costados 70.000 millones de euros en el rescate de las irresponsables cajas alemanas– para concluir con su chorrada habitual pidiendo a Tsipras valentía para “poner en marcha las reformas que necesita la economía griega para crecer y crear empleo, como ha hecho él en España”.

Las reformas de las que presume Rajoy constituyen el colmo del cinismo. Decir que sin su política de austeridad habríamos seguido el camino de Grecia es un engaño masivo a toda la nación. Empecemos por las subidas de impuestos. 36.000 millones de euros anuales a día de hoy después de subir o inventar 85 nuevas figuras tributarias en el conjunto de AAPP, y todos sin excepción recayendo sobre familias y pymes, que sufren ya la mayor presión tributaria individual de toda la OCDE. Nada más llegar al poder, su primera medida fue subir impuestos “porque no hay otro remedio”, dijo con toda su cara. De un presupuesto de gasto de 450.000 millones de euros, de los que 100.000 millones son puro despilfarro, no había según este inútil un solo lugar ni una sola partida de gasto de donde recortar 10.000 millones, que fue la primera subida, cuando solo en duplicidades entre AAPP se tiran 32.000 millones de euros anuales. Si se hubieran eliminado las duplicidades, no habría sido innecesario subir ningún impuesto.

Soraya Sáenz de Santamaría, junto a Luis de Guindos y Cristóbal Montoro. (EFE)

Su siguiente “gran reforma” ha sido permitir a los monopolios el mayor abuso de posición dominante de la historia industrial de España, elevando los precios de la electricidad, del gas y de los carburantes antes de impuestos al nivel más alto de la OCDE, y ya en el colmo del escándalo impide que familias y empresas puedan instalar paneles fotovoltaicos que generan la electricidad a mitad del precio de lo que pagan, y en el súmmum de la inmoralidad ponen una tasa inasumible a la pila Tesla, que permite acumular electricidad e independizarse totalmente de la red. En la misma línea y a través de los créditos fiscales y otros sistemas de legalidad más que discutible las grandes empresas no pagan impuestos o casi, igual que a través de las sicavs, unos instrumentos jurídico-fiscales que implantó el PSOE en los 80, y que el PP ha mantenido y ampliado, que permiten a los ricos del país escapar a la mayoría de impuestos. Es decir, España es un paraíso fiscal para grandes empresas y un infierno fiscal para familias y pymes.

Y siguen las reformas estructurales. Ha recortado gasto en sanidad, educación, dependencia, becas y prestaciones por desempleo en más de 30.000 millones. De las 3.500 empresas públicas que prometió que iba a cerrar y que suponen un despilfarro anual de más de 25.000 millones de euros, no ha cerrado ni una sola (se ha limitado a fusionar una docena). Evidentemente, la valentía de Rajoy manteniendo el despilfarro inútil y recortando el útil es algo que solo un líder político de la talla y la visión universal de Rajoy es capaz de hacer. Tampoco ha querido acabar de un plumazo con los 300.000 enchufados dedicados a tiempo completo a inventar, implantar y vigilar el cumplimiento de más de 100.000 normas para destruir el mercado único y separar España, y este disparate cuesta 15.000 millones. En resumen, las reformas de Rajoy que han salvado a España han costado (cuestan) 66.000 millones de euros anuales a pagar por las clases medias y los más desfavorecidos, y mantiene intactos 72.000 millones de euros en el despilfarro más absoluto que cabe imaginar: duplicidades, empresas públicas inútiles con sueldos de escándalo, y empleos públicos que solo dividen España. Estas medidas son las que Rajoy denomina “la política de la austeridad que ha salvado a España”. Un auténtica ignominia.

¿Y qué decir de una reforma laboral que únicamente sirve para crear empleos de 600 euros y está llevando a España hacia el tercermundismo? Las cuentas del Presupuesto 2015 no están cuadrando ni de broma; los nuevos empleos no solo no generan, sino que cuestan dinero a la quebrada Seguridad Social; los ingresos presupuestados que iban a crecer un 7%, lo hacen al 1,4%, un agujero de más de 6.000 millones; y en cuanto a los ingresos fiscales, a pesar de que según Rajoy y su banda crecemos al 3,3%, suben poco más de la mitad de lo previsto, y eso que el turismo está tirando como nunca. En conjunto los ingresos del Estado y Seguridad Social apuntan a 10.500 millones menos de lo esperado, que será peor porque el crecimiento se está desacelerando. Los gastos, los correspondientes a pensiones, están creciendo al 3,8%, y en los del Estado se reducen algo porque las prestaciones por desempleo están cayendo al 18%, más de 500.000 parados se quedarán abocados a la miseria y al hambre, aunque los gastos por intereses crecían un 6,6% a mayo, y será mucho más en lo que resta de año.

El resumen es que este año el objetivo de déficit, a pesar de que el Gobierno ha elevado su previsión de crecimiento al 3,3%, algo inaudito porque el segundo semestre será peor que el primero, no se conseguirá ni de lejos, y eso sin contar las CCAA donde Cataluña multiplicará por tres el déficit máximo permitido, y la mayoría lo mismo. “Oscuro se presentaba el reinado de Witiza”, me enseñaron de niño en el instituto. Pues aquí es lo mismo, oscuros se presentan los Presupuestos 2016, pero como el papel lo aguanta todo pondrán lo que diga el señorito y el que no se lo crea peor para él. Pero lo realmente relevante es que Rajoy ha endeudado a España en 590.000 millones en solo 3,5 años, la mayor cifra de nuestra historia, y mantiene un déficit primario (contando el de la Seguridad Social) del 4% del PIB, lo que significa que lejos de sus mentiras en España tenemos 5 o 6 Grecias escondidas. Pero, mientras la manguera del BCE siga funcionando a toda máquina, es algo que al parecer no le importa a nadie.

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