Claro
Oscuro
Recientemente, el alcalde de Cádiz, el hombre de las sombras de Navidad, ha arremetido contra el nuevo partido de moda, VOX, el Podemos de la derecha, calificándolo de excrementos de la descomposición del PP. El partido aludido respondió con las típicas monsergas de para podrido tu comunismo, y de que para encarnar el “cambio” ellos. El gracejo escatológico del político del régimen del 78 puede, empero, responder en parte al enfado ante los malos resultados de la filial andaluza de PODEMOS IU, “Adelante Andalucía…que nosotros nos quedamos aquí”, liderado a pachas por su pareja, Teresa Rodríguez, quien ha atribuido sus malos resultados, sólo comparables a los del PP, a la abstención del votante de izquierdas, aunque oculta el hecho de que ha subido considerablemente el voto de otros partidos de izquierda minoritaria.
Sin duda, hasta el votante lambda se ha dado cuenta de que el partido de Pablo Iglesias, pobre realquilado, no buscaba más que integrarse en el régimen de la Monarquía de partidos, teniendo acceso a dinero público -cada partido lo recibe por cada escaño obtenido, y eso lo pagamos todos-, y cargos políticos, suculentamente pagados y pensionados en breve tiempo (mientras que los súbditos del régimen debemos trabajar hasta edad cada vez más avanzada para aspirar a una menguante pensión, aunque esto no provoque un problema de conciencia para su mentalidad de casta partidocrática). Ahora la alter ego de Teresa Rodríguez, Irene Montero, propone en su vuelta a la arena política, perdón, al circo mediático, para combatir al “bloque de la derecha” la misma receta feminista que aquélla esgrimió en las elecciones andaluzas (es decir, votaciones pues el votante no puede elegir nada, sino ratificar a los secuaces que cada jefecillo de partido pone en sus listas, para luego jugar a sus consensos), y que la ha llevado a un rotundo fracaso. Probablemente ella se considera a otro nivel, como su pareja, y cree que ella sí atraerá el voto femenino, como si las mujeres fueran un colectivo uniforme presto a obedecer su diktat ideológico, que no oculta más que ambición de poder.
Entretanto, VOX juega al “juego del gallina” del que habla Jorge Sánchez de Castro, con PP y Cs en torno al mismo argumento de la ideología de género para adquirir más protagonismo político mutatis mutandis.