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Traducción de Antonio Tudela

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La Universidad Central Europea (CEU), institución internacional de posgrado sita en Budapest, fue fundada en 1991. Una universidad americana, privada, situada en Europa Central, que rápidamente se convirtió en un lugar de encuentro para la excelencia académica y la investigación, y que, actualmente, se encuentra dentro el ranking de las 200 mejores universidades del planeta, además de poseer la más basta biblioteca de lengua inglesa de Europa. La semana pasada una enorme controversia estalló, en forma de noticia, a cargo del Primer Ministro húngaro, Viktor Orbán, quien el pasado martes presentó un proyecto de ley al parlamento húngaro, en virtud del cual las universidades no pertenecientes a la UE que expidan certificados académicos en Hungría (tal y como la CEU), podrían ser requeridas mediante fuerza de ley, a establecer un campus universitario en su país de origen.  Notoriamente reconocido por sus proximidad a la derecha política, Orbán ha acusado a la CEU, por la existencia de competencia desleal respecto a otras universidades húngaras y su consiguiente e injusto amparo legal: “Existe una competencia entre las universidades y es inexplicable que coloquemos a nuestras propias universidades en una posición de desventaja […] mientras aseguramos una injusta ventaja para la universidad extranjera […] Hungría es una nación soberana, que apoya el conocimiento, pero que no tolera las trampas”. Al otro lado del espectro, la CEU ha reaccionado, inter alia, implementando una petición online “para salvar la CEU” bajo el eslogan “La Libertad Académica Importa” y el hastag “#IStandwithCEU”, y sendas medidas han tenido una significante acogida popular e intelectual. En concreto, Michael Ignatieff, Presidente y Rector de la CEU, es de la opinión de que “esta propuesta de ley tiene como objetivo directo la CEU, y es por ello que se trata de un proceso discriminatorio e inaceptable […] Cualquier legislación que dificulte a la CEU operar en Hungría destruiría esta plataforma de cooperación entre las instituciones húngaras y su público, y dañaría la larga reputación de Hungría como centro de innovación, de excelencia académica e investigación científica”. Por estos motivos, el pasado viernes la CEU llamó a una negociación entre ambas partes, que se reveló en última instancia como estéril al no encontrarse puntos de acuerdo. Y usted podría preguntarse, ¿quién tiene razón en esta controversia? Pues bien, ambos y ninguno al mismo tiempo.

Ante el enorme peso concedido a reivindicaciones abstractas, en nombre tanto de la protección de la cultura y la economía nacional (Orbán), o de la libertad académica y la democracia (CEU), yo sostengo que ambas partes (aunque quizás no en la misma medida) están, de manera falsaria, oscureciendo las influencias políticas de esta controversia, el esclareciemiento de las cuales es necesario para que Orbán y la CEU puedan llegar a un acuerdo (ni que decir tiene, a un acuerdo satisfactorio). En concreto, la siguiente reflexión debe ser entendida:

  1. Aunque las autoridades húngaras han negado la existencia de nexo alguno entre su propuesta de ley y tener como objetivo concreto a Soros o la CEU, el hecho de que este nuevo requerimiento afecte exclusivamente a la CEU (en contraposición a cualquiera de las otras 27 universidades sitas en Hungría no pertenecientes a la UE) deja claro que Orbán (un firme defensor del proteccionismo nacional) está sacando rédito del reciente nombramiento de Trump al frente de la Casa Blanca para usar deliberadamente la legalidad en contra de su archienemigo ideológico: el globalista George Soros.
  1. El ascenso meteórico de la CEU y su consolidación entre las mejores universidades del mundo ha estado notablemente influenciado por la tremenda cantidad de fondos inyectados por el húngaro (de nacimiento), lobista norteamericano y globalista, George Soros. ¿Sufragó esta contribución oportunidades únicas para los estudiantes y el cuerpo docente a la hora de alcanzar tanto la excelencia académica como su actual reputación internacional? Indudablemente. La pregunta, sin embargo, es, ¿a qué coste? Bien, tal vez al de promocionar la agenda política de Soros, es decir, al de sacrificar la independencia económica y política, sin la cual no puede existir nada parecido a la libertad académica en la búsqueda del conocimiento, particularmente en áreas como las ciencias sociales y humanidades (exactamente en torno a las cuales los proyectos de la CEU giran)…

En resumen, la CEU ha tenido la mala suerte de encontrarse en el momento equivocado, en el lugar equivocado, es decir, de verse atrapada en mitad del fuego cruzado entre Orbán y Soros, cuyas únicas propuestas son aquellas que promocionan sus respectivas agendas sociopolíticas. Como Žižek ha señalado, las ideologías de hoy gritan “¡No pienses, simplemente actúa!” más fuerte que nunca. Esta controversia es un ejemplo paradigmático, de tal modo que el mandato político encuentre una fácil articulación, bajo el amparo tanto del “¡solo apoya la propuesta de ley!” de Orbán, como del “¡solo firma la petición!” de la CEU. Sin embargo, la prioridad de todo pensador debe residir en el cuadro ideológico que determina esta lucha, consciente de que la cultura nacional, el conocimiento y la libertad académica no existen en el vacío, sino que son factores políticos y siempre lo serán.

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