La fotografía adjunta, que se puede ver en esta publicación, forma parte del archivo privado de la Agencia EFE y fue tomada en España en 1967, durante la dictadura militar del general Franco.
Como se puede ver y leer claramente, exactamente igual que hoy, se conmina al transeúnte (con un imperativo autoritario) a votar “en la democracia de la paz española”. Es una fotografía con la propaganda de aquella época, prácticamente igual a la propaganda que hoy se puede ver en cualquier parte o escuchar constantemente en las emisoras de radio y de televisión.
Esto es la clara demostración histórica, a través de una sola imagen, de que lo que los españoles han aprendido a denominar “democracia” tiene su inicio y su origen en el régimen de poder que se instituyó por los vencedores de la última guerra civil. Pero verdaderamente, lo que existía entonces, lo mismo que lo que hay hoy, no tiene ni el más remoto parecido con la forma política de la democracia. Porque la democracia es una forma de gobierno cuyas características principales son la representación y la separación de los poderes, que en España jamás ha habido. La democracia era tan desconocida durante la dictadura militar, como lo es actualmente. Hoy aún se entiende menos y se desconoce más, la población española es todavía más ignorante que entonces. Por eso siguen votando corrompiéndose como cómplices de un fraude. La democracia sigue tan ausente como lo estuvo siempre en España, y los gobiernos siguen, como siempre, amparados en la servidumbre voluntaria de los gobernados.
Obviando el hecho de que esta imagen también es la prueba de que el general Franco era un demagogo socialista lo mismo que lo es Giorgia Meloni en Italia actualmente, el asunto es que hoy se sigue votando exactamente igual que entonces y por idénticos motivos. El principio de integración de las masas en el Estado tuvo su comienzo en España con el populismo y la demagogia de Franco, y tiene hoy su continuación en el fraude, la farsa y el absoluto cinismo del actual régimen de poder.
Es cierto que hoy, la propia degeneración de aquél régimen autoritario, su agotamiento, hace a los reaccionarios recordarlo cuando se iniciaba con todo su vigor. Pero también es evidente que la violencia y uso de la fuerza que en los momentos más débiles de la dictadura (su inicio) era necesaria para su sostenimiento, hoy ya no lo es. Y no lo es porque la domesticación de la sociedad actual, tan gregaria que no ha opuesto resistencia a llevar unos bozales, acompaña al agotamiento de las fuerzas políticas que hoy se reparten el botín en el Estado