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Oscuro

La redacción de un comunicado público nunca es una tarea sencilla si no es, únicamente, la búsqueda de la claridad y la verdad el espíritu que lo motiva. La transmisión del pensamiento y el conocimiento, a través de la fuerza de la palabra utilizada con claridad, es lo único que sirve al entendimiento y puede motivar la acción consecuente y realista de sus destinatarios. Este es el motivo de que las tres palabras presentes en el frontispicio de una asociación como es el MCRC, someten con su fuerza a las personas cuyo propósito pudiera ser el de la confusión, y su ánimo, el provocado por la banalidad de las pasiones de servidumbre.

La última lección, no dada por el fundador del Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional por motivos entiendo que fáciles de comprender, es la del honor. Porque es únicamente el honor propio del fundador de la asociación, el que manifiesta en su obra como publicista y especialmente en sus acciones, el que proporciona la única legitimidad de lo fundado y cuya continuidad depende exclusivamente de su mantenimiento, a través de las personas nombradas por él en su Junta Directiva. No es esta una cuestión baladí o sometida a los vaivenes de las opiniones, sino que supone la verdad científica y jurídica cuyo prevalecimiento sostiene a la propia asociación. No existen fórmulas o cábalas posibles que considerar, ya que, en caso contrario, supone inevitablemente poner en duda los principios de la fundación del MCRC, o el honor de su propio fundador. Es el honor conferido a las personas y la asociación, el que sostiene la fuerza de lo que fue fundado y construido por su autor.

Realizada esta exposición de forma somera y confiando en la claridad suficiente de los conceptos claros, conviene recordar cómo ha sido frecuente y continuo el ataque dirigido contra el honor de Antonio García-Trevijano, por parte de los más afectos al régimen de poder, y cuya línea de acción siempre fue la de poner en duda esa integridad, a través del juicio de valor moral hacia su persona, las formas o rasgos en su personalidad y las mentiras y falsedades en cuanto a sus acciones. No es difícil observar pues que, para impedir la continuidad de lo que fue fundado, era imprescindible la quiebra de la única legitimidad de origen posible, la del honor, para de ese modo corromper y pervertir la propia asociación. Y esto opera, naturalmente, a través de todas las personas que, libre y voluntariamente, hayan decidido aceptar ese honor y tengan la determinación irrenunciable de mantenerlo. Ese es el sino y el destino, de quienes fueron nombrados por el fundador para continuar su lucha por la libertad política colectiva y el epítome que sentencia toda dimisión.

Es bien sabido y no existe duda posible sobre ello, que la mal llamada “democracia interna” en las organizaciones humanas, y máxime siendo el caso de una asociación cultural y no un partido político, es completamente imposible. Quedan entonces fuera del alcance de la decisión de los propios asociados, las cuestiones que no son posibles de decidir, porque únicamente la autenticidad propia de lo que es verdadero, las funda y las mantiene vivas. Y esto es algo que naturalmente contraría a aquellos cuya voluntad no es la de hacer, sino que es exclusivamente la de poder hacer, la voluntad de poder. Por eso, si ustedes oyen hablar de “luchas de poder” o de egos en el seno de la asociación, pueden tener la absoluta certeza de que quien utiliza esa expresión lo hace como resultado de su ignorancia, o bien de su impotencia para poder desviar su integridad.

 

En los últimos meses, y ante la debilidad provocada por aquellos que han ido renunciando voluntariamente al honor recibido, a través de sus sucesivas dimisiones, ha sido evidente el éxito en la acción de fuerza del régimen de partidos estatales, que ha ido inficionando fácilmente, y por numerosas vías simultáneas, a todo el cuerpo asociativo de las personas que trataban de aprender a ser repúblicos. Cabe señalar desde luego, como una parcialidad de todas esas acciones de presión, la eliminación de todas las principales cuentas en la red social norteamericana Twitter, en cuya administración al parecer, cuenta con notables privilegios el Estado de partidos español. No se trata de una acción puntual o casual debida a unas simples denuncias hacia cuentas indiscriminadas, sino el resultado evidente de unas listas controladas a través de sus direcciones IP, y cuya acción notoria y potencial era observada y conocida. Este es el motivo por el cual, las cuentas más intrascendentes hayan podido sobrevivir a la acción de criba, previa a las pasadas votaciones del régimen, y las principales o notables por su acción, hayan desaparecido como resultado de su censura. Algo que debería haber provocado la ira y la rebeldía de todos los asociados, pero que sin embargo ha conducido a la mansedumbre de quienes se han ocupado desde entonces de lo que refiere la expresión, siempre nefasta, de “asuntos internos”. Las referencias a asuntos internos y secretos, de pequeñas camarillas en chats, siempre señala a quienes no son repúblicos por su acción, sino conspiradores en la inacción. Es por esto que la solicitud de canales de comunicación interna, delata siempre el propósito anti-revolucionario y anti-repúblico de los solicitantes. No creo necesario incidir en la obviedad del hecho que supone el que, quienes tratan de esconder acciones ilegítimas en un cuerpo asociativo, cuya única manifestación debe ser siempre pública y abierta, es decir, la propia acción republicana, lo hacen por intereses intrínsecamente perversos.

La aparición en el seno de la asociación de las camarillas, cuando lo único que debía existir es el compañerismo propio de los unidos por el camino de la acción, es decir, el de la asociación, ha facilitado enormemente la infección. La desafección hacia los principios, ha ido dando paso a los afectos sentimentales entre camaradas. Esto es lo que confunde sin duda a los que no distinguen entre afiliaciones y asociaciones, entre camaradas y compañeros.

Así, alentados por un clima de aparente desconcierto, evidente entre las personas menos observadoras, pero entretenidas en el ejercicio estéril y gratuito de las valoraciones personales, un grupo reducido de asociados, encabezados por una de las personas que rechazó el honor recibido dimitiendo, decidieron, con evidente grosería y desparpajo, erigirse como nuevo grupo fundador y constitucionario. Así es cómo, a través del engaño, se encaminaron en la búsqueda de una legitimidad residente en la fuerza democrática de los votos. Con obvia torpeza jurídica y un  desconocimiento manifiesto de los estatutos del MCRC, se crea un ridículo (aunque acorde al ejercicio de la legalidad partidocràtica) comité electoral que sirve al propósito de esa confusión propiciada por las apariencias. Ayuda éste entonces como instrumento facilitador de la ruptura del honor fundacional, a través de la injuria y de la calumnia hacia los miembros de la única Junta Directiva legítima, y para abrir, de par en par, las puertas a la partidocracia y los nuevos oportunistas.

Si se había privado ya a la asociación de numerosas cuentas de divulgación en la red social Twitter, quedaba todavía por destruir otro de los bastiones que existe en el Diario Español de la República Constitucional, mantenido únicamente por un miembro de la Junta Directiva legítima. Para ello está presta siempre la debilidad de las personas más ignorantes y que cegadas por su pasión de notoriedad, son instrumentos propiciatorios de toda la operación iniciada.

 

Considero que quizás no es necesario aclarar, al menos a las personas más inteligentes, la confesión de su mentira que hacen los autores, los asociados anteriormente referidos, en un comunicado publicado recientemente. Siendo incluso innecesaria la aplicación de una hermenéutica más rigurosa, señalaré la evidencia existente en el propio texto y en favor de una claridad que sirva a aquellos a quienes les hubiese pasado desapercibida. La lectura atenta y desapasionada del comunicado que firma una Junta Directiva ilegítima el día 20 de septiembre de 2019, permite ver cómo comienza mediante unas graves acusaciones de un delito de usurpación de identidad hacia la persona de Miguel Gómez de la Cuesta, que mantiene el honor de la Junta Directiva legítima, y concluye con la contradicción que supone el hecho de pedir las explicaciones a la persona supuestamente suplantada. En el medio de eso, y para que pase desapercibido en la confusión, se esconde el motivo y las motivaciones de los autores: mediante el uso impropio e inadecuado del término “secuestro” se quiere impresionar a los más legos, cuando lo que se trata de señalar es una apropiación indebida o un robo. Considero que debería de ser claro que el término “secuestro”, en el ámbito de lo jurídico y aplicado a un medio de comunicación, implica necesariamente su retirada de la circulación, esto es, que hubiese dejado de ser público. Así pues, nos encontramos ante la circunstancia asombrosa de una denuncia manifiesta en un medio que dicen ha sido secuestrado y en el que, de ser así, nadie hubiese podido publicar. Es evidente por lo tanto la tomadura de pelo a todos los destinatarios del comunicado, el delito de injurias y de calumnias que se comete con él, y la torpeza e impericia jurídica de sus autores, su falta absoluta a la verdad y su desprecio por el rigor de la palabra.

No obstante, y tras la confesión declarada de uno de los integrantes del grupo de asociados que se hicieron llamar “Junta Directiva” con la sola fuerza del engaño a unos votantes, no sólo no existe disculpa, negación o rectificación alguna hacia el honor ultrajado de los acusados, sino que se confirma la falsedad con una nueva circular interna y para la que piden una estricta confidencialidad. Resulta nuevamente asombroso que tras la acusación directa de la persona que con valentía desiste de tomar partido en la estafa, ninguno de los señalados niegue su complicidad en el engaño. Existe pues el reconocimiento explícito, el de su silencio, de quienes habiendo podido hablar no lo hacen, en la participación de un engaño cuya finalidad única era la de liquidar, a través de la difamación, a los miembros de la Junta Directiva legítimamente nombrada por Antonio García-Trevijano y hacerse con el Diario.

 

Pero todas estas cuestiones, que no pasan de la mera consideración de lo anecdótico, y a través de la complicidad de los inevitables oportunistas que siempre surgen, conviene siempre enmarcarla en el contexto único de la acción llevada a cabo, desde su fundación, por el MCRC. Es decir, no hay que perder nunca de vista cuál es el objetivo de la acción que mueve a la destrucción del MCRC, a través de la utilización instrumental de las personas de su Junta Directiva, porque éste no es otro que el de anular la fuerza de sus principios. Valerse de la fuerza y potencia del régimen de poder al cual hace oposición lo fundado por D Antonio García-Trevijano, es algo enormemente sencillo a través de la legalidad vigente, y por lo tanto un arma disponible en manos de cualquiera que pretenda su destrucción. Si hay algo que eliminar, es sin duda cualquier inteligencia que se incorpore y pueda guiar a esa propia asociación, y que de forma irreductible se guíe por los principios fundadores y los aplique de forma científica y rigurosa.

Es por esto que el presente texto pretende ser un llamamiento a la acción, no únicamente de los pocos asociados que hubiesen sido engañados para votar en unas elecciones democráticas, sino de todos los simpatizantes, seguidores o simplemente por quienes hayan sido conmovidos alguna vez por las palabras de Antonio García-Trevijano. Porque siempre es el momento de la acción revolucionaria del repúblico, pero especialmente ahora cuando existe el peligro real y evidente de perder lo conseguido en tantos años de lucha. Es la propia acción de lo civil y civilizado, la que puede marcar la diferencia, impidiendo la subversión del símbolo en contra de la propia libertad política colectiva o bien actuando para preservar su integridad. Si se siguiese la estela de lo que es fundado por la propia corrupción, la estela de quienes fracasan y por ello dimiten, no queda más que apartarse de algo infectado en su nacimiento y que ninguna persona decente podría tomar como faro de lucha en la acción iniciada por D Antonio García-Trevijano.

Solicito pues la ayuda de todas las personas leales al objetivo único de la asociación, el de la libertad política colectiva, para impedir que el régimen de partidos destruya nuestra Asociación. Y alertando además de que, en el caso de que lo consiguiesen, se aparten inmediatamente de toda utilización torticera del nombre y los símbolos, denunciándola y repudiándola, si es llevada a cabo por personas que deben de ser expulsadas y alejadas de la asociación lo antes posible. So pena de que, de no hacerlo, terminen democratizándolo todo en aras de la utopía del igualitarismo, en el seno de una asociación exclusivamente cultural y que persigue una hegemonía cultural.

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