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Gracias a twitter tuve conocimiento de un artículo del eminente ensayista Gomá Lanzón, autor del muy interesante, entre otros, “Aquiles en el gineceo”, Ed. Pretextos; que dio origen a una conversación que les quiero relatar. El artículo se titula “Somos los mejores”, El País, 10 de Noviembre de 2012, y del mismo entresaco las siguientes frases:

  • Sintámonos afortunados de haber nacido en esta época igualitaria”.
  • Vemos como se extiende el principio igualitario a aquellos grupos (pobres, enfermos, niños, ancianos, mujeres, homosexuales, discapacitados, presos, disidentes, extranjeros) que habían estado tradicionalmente marginados”.

Contesté al ensayista a través de su cuenta en la red social preguntándole “si eran mejores tiempos porque el Estado nos ha igualado”. Añadí que, “sin embargo, nadie quiere igualdad”. De forma elegante el ensayista me repreguntaba a la rawlsiana manera:

“Y el velo de la ignorancia: ¿en qué otra época histórica, ignorando tu posición en ella, elegirías para vivir?”

Si hubiera querido parecer sarcástico y twitter tuviera la posibilidad de ser más extenso hubiera contestado con una ironía de la película “Funeral en Berlin”, donde Michael Caine interpretó al espía Harry Palmer. Palmer se encuentra en Londres recibiendo instrucciones de su jefe sobre cómo facilitar la deserción de un alto militar ruso que ejerce en Berlín las funciones de custodia de la zona soviética de la ciudad dividida. Después de escuchar atentamente el encargo, Palmer le pregunta:

“Señor, ¿usted no ha pensado hacerlo?”
“El qué” -le contesta-.
“Desertar. Yo sí”.

Descartada la deserción a cuenta de la anécdota cinéfila, le respondí a Dº Javier que “para poder elegir vivir en otra etapa histórica hay que haberlas vivido todas”. Hasta aquí la conversación.

Habiendo intentado probar en los dos últimos artículos que nadie quiere igualdad, me llamó la atención el artículo del señor Gomá por entender que equipara lo que considero “protección” a “igualdad”, pues si bien es cierto que la protección ha aumentado hacia todos, y en especial hacia determinados colectivos, no lo es menos que la desigualdad es el anhelo buscado diariamente por nuestra ciudadanía.

Ante la evidencia de que la lucha por la igualdad consiste en una intensa producción legislativa estatal en aras a conseguirla, que ora beneficia a unos y ora a otros a costa hoy de unos y mañana de otros, la meta de personas y colectivos no puede ser jamás la igualdad sino la proximidad al Poder con la esperanza de ser los recipiendarios preferentes de su atención. Por eso yo no hablaría de época igualitaria, sino de época protectora de forma radicalmente desigual.

Pero fue la caracterización del presente con el poético título a lo Kipling, “Somos los mejores”, lo que me hizo cavilar. Si Adorno dijo que “escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”, ¿qué significa entonces escribir después de Auschwitz un artículo titulado “Somos los mejores?”.

Un comentarista del señor Gomá en la misma red social cifraba esa superioridad en que jamás tuvimos más riqueza, más educación y más esperanza de vida. Pues bien, estoy seguro que si le hubiéramos preguntado a los alemanes de 1939 “¿en qué otra época histórica, ignorando tu posición en ella, elegirías para vivir?”, nos hubieran contestado como un solo hombre, “en nuestra querida Alemania porque somos los mejores, ¿o no tenemos más riqueza, más educación y más esperanza de vida que nunca?”.

Considero legítimo decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles porque sólo tenemos éste, de la misma manera que solemos argumentar que nuestra ciudad es la mejor aunque no hayamos salido de ella.

Pero por eso, por si acaso nuestra supuesta superioridad fuera sólo el fruto más perfecto del olvido y del desconocimiento, no puedo contestar a la pregunta del señor Gomá otorgando la medalla de oro al presente, no vaya a ser que quede como aquel alemán apócrifo que preguntado a finales de los años treinta del siglo pasado sobre su país contestó: “¿Alemania? ¡Somos los mejores!”

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