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El Plan de Emergencia Social con el que Pedro Sánchez espera formar Gobierno es un compendio de ignorancia, falsas promesas y voluntarismo ciego que nos llevaría a la suspensión de pagos por el procedimiento de urgencia. Todo el plan se inscribe en un mundo de fantasía que desconoce que la economía se está desacelerando, que las grandes decisiones de consumo y de inversión se han aplazado o cancelado, que el hundimiento de la bolsa reducirá el consumo en más de 15.000 millones como consecuencia del ‘efecto riqueza’, que el déficit está fuera de control con las comunidades autónomas gastando por libre y que el entorno internacional obliga a Bruselas a exigirnos drásticos recortes de gasto sin flexibilidad alguna. Y luego algo que no es fantasía: una subida brutal de impuestos -25.000 millones-, particularmente a la clase media y a los autónomos, a quienes van a freír.

Pero lo primero es la gran seña de identidad del socialismo celtibérico revanchista e incapaz siempre que ha llegado al poder: derogar todo lo anterior. En 1931, lo primero fue revertir los logros y paralizar la obra pública en marcha -carreteras y pantanos- de la dictadura de Primo de Rivera, que había logrado los mayores éxitos económicos jamás conseguidos en nuestro país, para luego formar un Gobierno de indocumentados que llevaron a España al desastre económico. En 1982, el Gobierno de González destruiría la tercera mejor enseñanza pública de Europa -el conocimiento fue sustituido por el adoctrinamiento-, que dejaría de ser el enorme ascensor social que fue en el pasado, el plan nuclear -lo que nos ha llevado a pagar la electricidad más cara de Europa– y el sector industrial, el pesquero y el agrario. Y Zapatero derogaría todo lo anterior y después nos llevaría a la ruina.

González, 800.000 empleos, Sánchez, 2,5 millones

El Plan de Emergencia Social tiene cuatro apartados. El primero, sobre “empleo y recuperación justa”, comienza con la derogación de la reforma laboral, que se sustituirá por un Estatuto de los trabajadores y las ‘trabajadoras’, pero no parecen tener la menor idea de en qué va a consistir, aparte de las vaguedades habituales. Lo segundo es negociar un aplazamiento en la reducción del déficit, un brindis al sol, porque Bruselas, donde están hartos de que Rajoy les haya engañado año tras año, y dada la incertidumbre financiera, no va a ceder un ápice. Rajoy ha pedido más “flexibilidad” para no ser menos que Sánchez, y en el Eurogrupo se lo han dejado muy claro: “Margen cero”. Con un déficit en 2015 que, cuando estén todas las cifras, superará el 5%, conseguir el 3% este año requerirá de un recorte de gasto no inferior a los 22.000 millones.

Y lo que nos faltaba: según el asesor estrella de Ciudadanos, el profesor Garicano, “cumplir con el déficit ahora sería un suicidio para España”. O sea, que acabar con los 36.000 millones en duplicidades entre administraciones públicas, con las 3.000 empresas públicas inútiles o con los monopolios y los cerca de 40.000 millones anuales de más que pagan las administraciones por los bienes y servicios suministrados es un suicidio. ¡Realmente grandioso! Y sigue: “No hay ninguna razón macro para un ajuste de 8.000 millones”. Hay 100. Por ejemplo, la deuda pública total asciende a 1,5 billones de euros, es imposible de devolver y será la ruina de las próximas generaciones. Este año, España tendrá que conseguir 250.000 millones de euros en los mercados entre refinanciación y deuda nueva, pero no hay razón para ajustar gasto. El mismo discurso del PP en 2011, pero con 500.000 millones más de deuda, la Seguridad Social quebrada y la banca pendiente de un hilo. ¡Devuélvanme mi voto!

El punto siguiente es ya de manicomio: ¡reducir al paro a la mitad en la legislatura! Se trata de un ‘remake’ de la promesa de González de crear 800.000 empleos cuando había dos millones de parados, pero al ‘gran’ Sánchez esto le viene pequeño y promete 2,5 millones y dos huevos duros. González tuvo la decencia de reconocer después: “Prometimos 800.000 empleos y destruimos 800.000, y me callo para siempre porque los empleos los crean los empleadores y no el Estado”. Rivera y sus asesores están de acuerdo, Sánchez creará 2,5 millones de empleos y ellos pondrán los dos huevos duros. Y es que están ansiosos por tocar poder como sea.

En el cuarto trimestre de 2015, se crearon solo 31.000 empleos en el sector privado, y en enero 200.000 cotizantes menos a la Seguridad Social, una cantidad similar a la de empleos perdidos. Además, la desaceleración del crecimiento económico del cuarto trimestre, que ha caído al 1,2/1,6% en tasa anual, se ha agravado desde enero no solo por la incertidumbre política, sino también por la situación económica y financiera europea e internacional. Además, el hundimiento de la bolsa ha reducido el consumo, y la banca española, en una situación casi de supervivencia, ha reducido el crédito al sector privado. Hablar de 2,5 millones de empleos en estas condiciones es tomar por imbéciles a los españoles.

Novedad mundial: educación por consenso

Luego el sectarismo llega hasta lo absurdo: “Pacto educativo de la mano de la comunidad educativa y de las fuerzas políticas”, reza la propuesta, cuando ocurre que la enseñanza no es objeto de pacto alguno en ninguna nación civilizada. La comunidad educativa está constituida por los alumnos, el personal auxiliar no enseñante y el profesorado, mayoritariamente de izquierdas desde que en 1983 el PSOE eliminó el sistema de oposiciones que seleccionaba a los profesores por su nivel de conocimiento y lo sustituyó por el dedo y el carné de izquierdas, lo que ha llevado a la destrucción del sistema público de enseñanza. Los hijos de las familias que no pueden pagarse una enseñanza privada de calidad son incapaces de encontrar un trabajo digno, ya que los empleadores raramente consideran a los titulados de las universidades públicas.

Pues bien, desde los años ochenta, los programas de enseñanza en las universidades públicas se deciden democráticamente, algo que recuerda al hecho que relataba espantado Azaña (en ‘La velada de Benicarló’) de que en el Ejército de la República se sometía a votación si se tomaba la cota tal o el pueblo cual. En la educación es lo mismo, los programas de enseñanza se deciden en votación por los alumnos que no tienen ni la menor idea de cuál es el tipo de enseñanza que se debe impartir, las limpiadoras, los bedeles, los auxiliares y los profesores mayoritariamente izquierdistas, que raramente están preparados para impartir las enseñanzas a su cargo. Cuando uno explica esto fuera de España, creen que es una broma. ¿Es esta politización de la enseñanza hasta la náusea del ‘plan Sánchez’ la reforma educativa que Garicano ha explicado en Bruselas, para convencerles de lo serios que son y conseguir así margen para seguir despilfarrando? ¡Realmente patético!

En el resto del mundo, tanto en las universidades públicas -que funcionan con un enorme grado de autonomía- como en las privadas -en esto, se incluyen las españolas-, los programas de todas la enseñanzas se adaptan cada cierto tiempo, normalmente cuatro años, a los nuevos conocimientos y demandas de la sociedad y las empresas. Para ello, en cada rama se crea un grupo de expertos de cuatro o cinco personas que revisa lo existente y propone los cambios. Pero la novedad es que ahora ni siquiera bastará el consenso de la comunidad educativa, también se necesitará el de la clase política. ¿Imaginan a la clase política francesa opinando sobre la enseñanza en el ENA (École Nationale d’Administration), en las grandes escuelas y facultades? Estamos en manos de sectarios gravemente peligrosos.

Más derechos y ninguna obligación

Pero hay más. Gasto sin límite financiado con los 25.000 millones que piensan subir de impuestos, más los 50.000 de nuevo endeudamiento que quieren negociar con Bruselas; renta mínima vital; subida del salario mínimo interprofesional; sanidad universal no solo para los españoles sino para todos los extranjeros que se presenten en la puerta de un hospital español en busca de tratamientos millonarios que no les pagan en sus países… Y luego están las pensiones: como el agujero en 2015 ha sido de 20.000 millones, estos insensatos reconocerán a las mujeres un ‘bonus’ de dos años de cotización por cada hijo a efectos del cálculo. Igualdad salarial y creación de un Ministerio de Cultura y otro de Igualdad, y lo que sea menester. Y a Ciudadanos le parece bien, aunque debería explicar de dónde va a salir el dinero para esta fiesta.

Ley de partidos, pero no para suprimir la financiación pública, sino para incrementarla “en función del grado de democracia interna”. Reforma del sistema electoral, ¿para introducir la representación política y la separación de poderes? Nada más lejos, para cuatro chorradas que nada tienen que ver con la cuestión electoral. Freno a las puertas giratorias y, para dar ejemplo, Trinidad Jiménez a Telefónica -¿cómo van a subir los impuestos a los oligarcas del Ibex que apenas pagan, o cómo van a acabar con los monopolios si les enchufan a todos?-. Finalmente, buscan reformar la financiación autonómica para que puedan gastar lo que les dé la gana. ¿Es este el cambio del modelo económico que ha explicado Garicano a su amiguete en Bruselas? Y, más importante, ¿cómo piensa evitar la quiebra de España sin cambiar un modelo autonómico que despilfarra 100.000 millones? Explíquelo con cifras, no con las reformas habituales que proponen todos. Somos todo oídos.

Entre dos desastres y el apocalipsis

Pero más allá de los dislates del ‘plan Sánchez’ y de las reformas que Garicano vende a su amigo en Bruselas, el problema son los personajes de esta tragedia. El primero, Rajoy, que en lugar de haber dimitido con honor la noche electoral está dispuesto a llevarse por delante al partido y a España. La falta de voluntad que tiene para actuar contrasta con su voluntad de aferrarse al poder. Como señala García Trevijano: “Después de Franco, todos los partidos han sido prebendarios, es decir, sumisión absoluta a un jefe para que este les reparta beneficios, canonjías y prebendas”. Desde la infausta Transición, el patriotismo, el idealismo y la moral han desaparecido de nuestro mundo político. El segundo personaje, Sánchez, un don nadie que, habiendo obtenido el peor resultado electoral del PSOE en toda su historia y dándole todas las encuestas un resultado peor aún, intenta ser presidente de Gobierno como sea, incluida la rendición ante Podemos.

Y esto sí es el apocalipsis. Un partido totalitario que solo acepta como ley válida su propia voluntad, y que, como explica Felipe González, “no reconoce que la soberanía nacional reside en todos los españoles”. Podemos no solo llevaría España a la ruina económica para varias generaciones, después de que Zapatero y Rajoy nos hayan llevado a la irrelevancia internacional, Podemos nos llevaría al aislamiento y la marginación total, y con su empeño en someter a referéndum la unidad nacional más antigua de Europa, destruirían la nación española. Sería el tiro de gracia a los heridos mortalmente por el programa de Sánchez y a los que aún quedemos diciendo “¡viva España!”. Este es el gran cambio que propone Pedro Sánchez a los españoles. Pero peor es si cabe lo de Rivera y sus asesores, porque han destruido la única esperanza de regeneración que teníamos millones de españoles.

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