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La Medicina, una noble profesión que tiene bastante en común con la advocación que produce el ejercicio de la abogacía, tiene, desde los tiempos de Galeno, e incluso mucho antes de él, un principio esencial que es el de que lo primero es no causar daño. Lo contrario de lo que practica hoy todo aquél operario que se hace llamar médico y que sigue protocolos políticos.

Si admitimos entonces que librar de su ignorancia a los demás es un bien, es decir, lo contrario de causar un daño, tenemos que reconocer en esa acción una muestra de respeto; no lo contrario como mayoritaria o comúnmente se percibe hoy, cuando los pocos verdaderos médicos que quedan en España son censurados y privados del ejercicio de su libertad de expresión.

Demostrar su ignorancia a los demás para ilustrarlos, para que puedan ser mejores personas, es siempre una muestra de respeto. Pero sin embargo en España, la mayoría, siendo víctimas de su propia arrogancia, llegan a creer lo contrario, considerándolo un agravio. Han sido educadas para obedecer, para acatar órdenes, consintiendo así todos sus errores y desentendimientos, mas que enseñadas para asimilar un conocimiento. Es lógico que si el Estado ha consentido su idiocia para aprovecharla, sea recibido ahora como algo oneroso cualquier indicación en un sentido contrario.

Lo normal debería de ser que cualquier persona supiese que es cuando se respeta a otro, cuando se le trata de librar de su error. En cambio cuando se desprecia a una persona porque se la considera un inferior, es cuando se consienten sus errores sin corregirlos, para que siga siendo un necio. Pero hoy el respeto se percibe como un vicio, mientras se venera la tolerancia como única virtud.

Sometidas por una oligarquía de partidos estatales desde hace ya demasiadas décadas, se ha practicado en ellas la tolerancia para fomentar así su propia nescencia. Y la nescencia, que es lo contrario de la ciencia, es decir, el entendimiento de causas, es lo que mejor propicia la minusvalía que hace necesaria una tutela.

Esto es lo que procura toda la publicidad comercial, toda la opinión publicada por los medios de Prensa, y todas las universidades españolas: la nescencia y un primum nocere que conduce al avasallamiento en el cual son educados los súbditos. Súbditos habituados a ser tutelados y guiados, es decir, educados por el Estado. Y siendo así, siendo irresponsables en sus acciones y desacostumbrados a asumir las consecuencias del ejercicio libre de sus propias conciencias, no pueden más que tomar la de otros, que son quienes deciden si se tienen que colocar unos bozales, si se tienen que inyectar con medicinas experimentales y tratamientos médicos o quienes deciden sobre sus vidas cualquier aspecto, por íntimo que éste sea.

Esto es la máxima expresión del totalitarismo político, del Estado total, acudiendo a la expresión acuñada por Benito Mussolini, y no es siquiera percibido por el avasallado, convencido en su camino hacia la esclavitud, de que se trata de su bien y de su cuidado. Siendo tolerado, recibe como agravio cualquier muestra de respeto que le indique su ignorancia.

En las imágenes de abajo, se encuentran reflejadas unas simples muestras de la más profunda nescencia. Una es una reunión de zoquetes en México, nación que conozco bien y aprecio profundamente, pero especialmente en el caso de un profesor de filosofía en España, en cuyo pie de imagen que alude al neurólogo Sapolsky, se encuentra la causa misma de la estupidez en su hábito. La fotografía tiene una importancia documental histórica, como prueba testimonial de una degradación intelectual, siendo un acontecimiento que demuestra el grado de imbecilidad alcanzado por la sociedad española, sometida al totalitarismo de Estado por una oligarquía de jefes de partidos.

Declaraciones de personas con bozales en México
Zoquetes en México
Imagen de un profesor español de filosofía llevando un bozal
Filosofía española del bozal. No siendo ciertamente una mascarilla médica lo que lleva, parece ser mas bien un calzoncillo o slip elástico anudado a la parte trasera de las orejas, adoptando así la moda popular de los bozales impuesta en España mediante propaganda.

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