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Afirma el profesor Antonio Muñoz Ballesta: “Alberto Buela, el gran filósofo argentino de la metapolítica, confunde la falta de representación política de los electores en el Estado de partidos con el consenso defendido por la escuela de Frankfurt y especialmente por Habermas”. Y como nobleza obliga, tengo que darle una explicación.

Es cierto que yo no puse el acento lo suficientemente marcado en aquello que señalaron Althusser, Gramsci y, sobre todo, don Antonio García-Trevijano en su Teoría Pura de la República, a saber: los partidos políticos dejaron de ser una parte más de la sociedad civil para transformase en un aparato más del Estado.

Aclarado esto, que es con lo que estamos totalmente de acuerdo con don Antonio Muñoz Ballesta, paso a intentar responder el segundo punto de su crítica, relativo a la relación consenso-disenso.

La forma de Estado impuesta en Europa después de la Segunda Gran Guerra es la misma, mutatis mutandi, que la impuesta en Suramérica. Lo que sucedió es que hubo experiencias, por así decirlo, menos vigiladas por los poderes internacionales productores de sentido. Y así Argentina se dio el gusto de tener una Constitución para la perdida provincia del Chaco, allá en la selva del noreste, que rompió el monopolio del partido político, otorgándole capacidad de representación también a las organizaciones libres del pueblo. Y así se eligieron la mitad de los diputados por el listado de los partidos y la otra mitad por las organizaciones de la sociedad civil, o mejor, de la comunidad.

Y esta es una regla de procedimiento fundamental, y si como afirma nuestro interlocutor que la democracia no se define por los valores sino por las reglas, esta regla morigera la democracia liberal y nos conduce a una democracia de corte social o participativa.

Como la “democracia” del Estado de partidos se funda en el consenso, nosotros sostenemos que solo el disenso puede crear teoría crítica. El disenso con la afirmación, clara y distinta, de lo que realmente somos y queremos. Y al respecto don Antonio Muñoz Ballesta afirma: “Por lo que, en el fondo, el filósofo de la metapolítica en América,  está reconociendo que la verdad en política es el disenso de los diferentes intereses de los representantes, y que la mentira en política es el consenso producido por la falta de la representación electoral. Esto lo acerca a la visión de los repúblicos, pero, sin embargo y como he dicho, confunde el efecto con la causa”. A lo que respondo: Concedo, estoy de acuerdo. Pero concédame Ud. que no hay República sin Partidos y que nada me garantiza que regresando los partidos a la órbita de la sociedad civil esto produzca de suyo una genuina República, pues para ello es necesario, antes que nada, una práctica activa del disenso, ya que este no se limita a la práctica política sino que se extiende al amplio campo de la existencia humana (Véase mi Teoría del disenso, está en Internet). El problema es el hombre actual y su colonización mental a través de un discurso único y políticamente correcto.

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