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El 25 de mayo de 2018 Dalmacio Negro protagonizó un programa de “En la biblioteca de Trevijano” de Libertad Constituyente TV: https://www.youtube.com/watch?v=HfdhPS-JVxk. Entre los minutos 21:50 y 23:55 habló sobre una triste realidad: el término “democracia” había perdido todo el sentido. Este vocablo ha sido tan usado y manoseado, para definir distintas realidades políticas (e incluso no políticas) que la confusión provocada ha derivado en un relativismo transcendental donde todo puede ser democracia.

Y no es de extrañar. Desde la Revolución Francesa la idea de democracia fue ganando, poco a poco, hegemonía, dicha idea enarbolaba la bandera del pueblo soberano. No obstante, como sucede con todo lo político, la palabra fue pronto utilizada más como una marca encargada de atraer apoyos populares, o para limpiar una realidad oscura. De esto modo, apareció la llamada democracia popular, material o social (escojan el nombre que más les guste) como quinta esencia del marxismo. ¡El poder del pueblo, pero sin el pueblo! El estandarte de este tipo de regímenes era la igualdad, como ya sabemos.

También aparecieron extraños conceptos de democracia defendidos por intelectuales del nazismo, donde se tergiversa el concepto de demos. Aquí realmente se usa el antiguo vocablo griego como un eufemismo de “casta racial”, al que se identifica con ese demos excluyente que tan bien explicó Bernardo Garrido en este mismo medio (https://www.diarioerc.com/2018/09/01/laos-y-demos/). El régimen franquista no fue una excepción, y quiso maquillar su dictadura con aquello de la “democracia orgánica”. Y es que la democracia, ya desde pleno siglo XX es una palabra que suena muy bien. De ahí que ahora, y desde hace ya décadas, la democracia se haya convertido en la práctica en un cascarón vacío de contenido, en una palabra fetiche de diferentes regímenes para escudarse ante cualquier adversidad: “oiga, esto es una democracia, hay que respetar al sistema y a sus votantes”; o como arma arrojadiza para cualquier adversario: “eso es anti-democrático…atenta usted contra la democracia”, etc.

Pero ya no, ni un sólo día más, se acabó el juego, el relativismo de la confusión ha muerto, aunque “él” todavía no sea consciente de ello. Es como un zombie que se tambalea con su cuerpo podrido en busca de un pedazo más de carne humana. Y es que Antonio García-Trevijano, que le vamos hacer, vuelve a tener razón, y su mensaje es igual de fuerte y vigoroso que siempre. Como magnífico jurista que era, siempre señaló hacia una dirección: el sujeto constituyente del poder político, el maldito sujeto constituyente del poder político. Es tan sencillo una vez que se comprende que incluso da pudor reconocer que uno no se había dado cuenta de ello la mayor parte de su vida.

Ese es el único criterio real para definir un sistema político (no confundir sistema político con ideología). Examinemos pues:

Sujeto constituyente del poder político en las llamadas “democracias populares-sociales-materiales”: el partido único. Estamos, por tanto, ante una dictadura de partido único.

Sujeto constituyente del poder político de la Alemania Nacionalsocialista: un partido político. Volvemos a estar ante una dictadura de partido único.

Sujeto constituyente del poder político del franquismo: el ejército. Estamos ante una dictadura militar.

Sujeto constituyente del poder político en el actual régimen del 78: unos pocos partidos políticos. Estamos en una oligarquía de partidos.

¿Cuando estamos, por tanto, en una democracia? Cuando el sujeto constituyente del poder político sea el demos, es decir, el conjunto de la nación política. ¿Y cómo se consigue eso? Sólo hay dos formas:

1-Democracia directa, inviable en territorios grandes y con alta población.

2-Democracia representativa, donde el demos elige de forma directa al presidente del gobierno, por un lado; y, por otro, elige a los miembros de la asamblea legislativa, también de forma directa. El demos, por tanto, se muestra como el origen del poder político, de por sí autovigilado por la separación de poderes, y al cual controla con la posibilidad revocatoria de los cargos.

De este modo, no cabe ya la confusión, el utilizar una serie de palabras para darles un significado distinto del que tienen. La manipulación política está a la orden del día, atentando de este modo contra una de las cosas más sagrada del humano, el lenguaje, que sirve para comunicarnos. Sin embargo, después de la obra de Trevijano ya no vale eso de “para mi democracia es…”, no no, la democracia es esto, para usted y para quien quiera, si usted defiende otra cosa, llámelo por su nombre, no manipule, no genere confusión.

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