Durante muchos años he estado dedicado a la divulgación jurídica y filosófica, a la ciencia de la política, a la exposición de la realidad en esta materia, y a un análisis exhaustivo dirigido a toda la sociedad española indiscriminadamente.

Tras la muerte de mi predecesor en la presidencia del MCRC, D. Antonio García-Trevijano Forte, que estuvo prácticamente solo durante décadas en esta misma acción, he continuado con su mismo propósito, ayudado únicamente por las pocas personas que se prestan voluntariamente, para poder hacer llegar mis reflexiones, artículos, folletos, vídeos, documentales, carteles y escritos al mayor número posible de españoles, de forma que pueda servirles e instruirles en su propia acción y para el fortalecimiento de su ánimo.

En todo este tiempo, y con los limitados medios de los que dispongo, tras la dimisión de todas las personas que me acompañaron al frente del MCRC, he venido denunciando que no hay democracia en España, que no hay control del poder y que ningún derecho que haya sido otorgado, estará jamás garantizado. Las consecuencias de esto se han ido haciendo cada día más visibles y evidentes para todos. El resultado de un poder absoluto y sin control, el mismo que tenía Franco, repartido en las manos de una oligarquía de partidos, es la corrupción que estamos viendo y la indefensión que la mayoría está sufriendo. Por eso es perfectamente normal y nada extraño, todo lo que está sucediendo en estos momentos.

Hoy, la situación de decadencia, de mentira pública constante y la corrupción en todos los ámbitos, ya se hacen insoportables para cualquier persona en España, que no esté mentalmente enajenada o moralmente enferma. Y pese a todo, viéndose aumentada la represión, la violación de derechos civiles, la ruina económica de las empresas y la indefensión de todos los súbditos, lo que se continúa observando cada día es una obediencia servil y acrítica, de personas que caminan humilladas por las calles con bozales. Es de tal grado el desconcierto y la ignorancia, que esas personas pretenden pedir permiso a quienes les oprimen, para desobedecer.

En toda esta situación agónica y desesperada, las denuncias médicas recientes o de algunos grupos de abogados, no sirven más que para entorpecer, desviar la atención de lo esencial, y causar que la mayoría de las personas deleguen su responsabilidad, creyendo que la cuestión se resolverá en Tribunales de Justicia o mediante debates científicos, contra la razón del Estado. La razón de la soberanía, en manos de un grupo de jefes de partidos, apátridas, traidores y estafadores.

Nada de todo eso va a servir demasiado, y lo único que aporta son las esperanzas ilusas de muchos, en la capacidad profesional de unos pocos. Hay que ser consciente de las causas y partir de un análisis realista, para ver que no se trata de un asunto médico, legal o científico, sino que se trata, exclusivamente, de una cuestión política, y como tal deberá ser afrontada. Por este motivo, si no se explica la verdad, si no se tiene el valor para decir que no hay democracia y que debido a eso es posible lo que sucede, jamás se saldrá de la confusión.

Resolver esto, es imposible mediante paseos organizados por las calles de miles de indignados, coreando consignas bienintencionadas, o menos aún, demandando a los causantes del problema, los partidos estatales, la solución.

Se requiere de una sociedad civil activa, consciente de sí misma y realista en sus propósitos, que se organice vecinalmente, localmente, para su propia defensa mutua de forma solidaria. En una relación de fuerza como lo es cualquier situación política, y para enfrentar a un enorme aparato del Estado articulado a través de centenares de instituciones corrompidas, no cabe sino la acción civil organizada que defienda intereses propios y enfrentados a esos. La libertad constituyente de los españoles, frente a un propósito radicalmente opuesto de todas las facciones de esta monarquía.

Asociaciones que sirvan para proteger, defender y mantener intereses civiles frente a los intereses de la clase estatal que se reparte el poder, las instituciones, y el botín de las empresas públicas. Instituciones civiles vecinales o estamentales, que logren articular organizadamente, la solidaridad de sus asociados para defenderse frente a la barbarie y el abuso del poder.

Como expliqué ya muchas veces en el pasado, la abstención activa no es más que el principio, el requisito previo, imprescindible e irrenunciable, para la oposición a la partidocracia.

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