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Muchos españoles contemplamos la semana pasada con gran indignación la inaudita cobardía de Rajoy, que elogió el “gran sentido común” de un Mas prepotente cuyo objetivo es la destrucción de España mientras le entregaba 1.000 millones de nuestro dinero para pagar los sueldos de quienes queman nuestra bandera. Echar a Rajoy es ya prioritario. Ténganlo claro los gallegos y las gallegas el día 21. Si validan su desastrosa política, que nos empobrece a velocidad de vértigo, serán tan responsables como él de nuestra ruina.

Un presidente digno y capaz tendría que haber puesto negro sobre blanco las cifras que demuestran el desastre que sería la secesión y no verse en privado con los empresarios catalanes que le piden “hablar hasta la extenuación”. Es decir, no ceder lo que haga falta cuando ya no hay nada que ceder, sino que recuperar, como la Educación y el cumplimiento de la Ley. Tendría que explicar que nada seguiría igual: ni el Barca, el gran portavoz del separatismo y del odio a España, volvería a jugar en la Liga; ni los productos catalanes se venderían en el resto de España; ni Cataluña continuaría en la UE. Dice Mas al New York Times que Cataluña estaría por encima de varios países de la UE, y por una vez no miente. Serían Rumanía, Bulgaria, Letonia y similares.

El caso Vic: “let them go!” (¡que se vayan!)

Y es que la explicación pública y clara de las consecuencias de la secesión resulta crucial. Les pongo un ejemplo: en la localidad de Vic, el alcalde convocaría una charlotada y se declararía independiente de los que les damos de comer comprando el 70% de lo que producen. Además nos insultan y discriminan porque, reconozcámoslo, somos imbéciles. La economía de ese municipio depende de la gran empresa Casa Tarradellas, que en caso de secesión tendría que trasladar sus fábricas fuera de Cataluña o perder sus ventas. “Let them go”, dice Cameron a los escoceses, “o si o no, no hay nada que negociar, pero aténganse a las consecuencias”. ¡Tome nota, señor Rajoy!

No se entiende por qué los responsables de Casa Tarradellas, ante una realidad que ni pueden ignorar ni minimizar porque les va en ello su futuro, han permanecido en silencio. Menos se explica aún como el presidente de  Nutrexpa –fabricante de Cola Cao, Cuétara, Nocilla y La Piara– participó en la manifestación independentista. ¿Acaso es tan ciego que cree que todo seguiría igual? Pues no, señor Ferreró, nada seguiría igual. Se quedaría con las ventas locales y Portugal, pero también con el arancel de la UE. La pera para productos alimenticios.

Mas allá de las manipulaciones y de las mentiras a veces surrealistas de economistas mercenarios al servicio del nacionalismo, todos los análisis serios muestran que, en caso de secesión, Cataluña no solo no mejorará económicamente, sino que empeorará considerablemente. La cuantificación mas exacta y contrastada es que el PIB per cápita se reduciría en un tercio, lo que significaría que Cataluña caería al nivel de Portugal. Justo lo contrario de lo que afirman los nacionalistas. Este es el resultado de los trabajos de D. Julio Alcalde, el mejor estadístico que España ha tenido jamás, y también del prestigioso profesor de Harvard y del IESE en Barcelona y perfecto conocedor de la economía catalana, Pankaj Ghemawat.

Lo que se oculta a los catalanes y el ejemplo de Canadá

El análisis del profesor Ghemawat es demoledor. “Cataluña –con cifras de  2011– tiene un déficit comercial con el exterior de 15.000 millones de euros que queda compensado por un excedente comercial de 23.000 millones de euros con el resto de España. ¿Qué puede ocurrir con estas cifras si las fronteras regionales entre Cataluña y el resto de España son reemplazadas por fronteras nacionales? La economía internacional demuestra que cuando dos firmas se encuentran localizadas en lados opuestos de una frontera, el comercio entre ambas se reduce en dos tercios”. Cataluña vende en el resto España el 60% de sus productos y el 70% de sus servicios.

“Los análisis de más de cien procesos de independencia desde 1900 confirman la regla de la caída del comercio en dos tercios, aunque la rapidez con que ocurre depende en gran medida de si la separación es hostil o amistosa. En el caso del divorcio de terciopelo entre la República Checa y Eslovaquia, el tráfico comercial entre ambos cayó en un 75%, y ello a pesar de que, al pertenecer los dos a la UE, existe libertad de circulación entre ambos”. Aquí sería mucho peor. El ambiente sería profundamente hostil hacia quien no ha hecho más que sembrar el odio y romper una unidad nacional que habría durado ya más de 500 años.

Pero es que además casi el 50% de las ventas de Cataluña al resto de España procede de las multinacionales de alimentación y farmacia instaladas allí, que de momento han cesado de invertir. Y si se produce la secesión ya han dejado claro que se irán. Los bancos como Caixabank o Sabadell, que financian con el dinero obtenido en el resto de España el 70% de las inversiones en Cataluña, –en los que el silencio público de sus presidentes resulta también clamoroso– tendrían también que cambiar sus sedes o irse.

Finalmente, otro hecho en el que los nacionalistas mienten como bellacos –y cuyos efectos serían mas devastadores aún que la pérdida de mercados– es la salida del euro; supondría la pérdida de un tercio de la riqueza de las familias. Y la salida es inevitable. En primer lugar, porque es automática, como han explicado en Bruselas; en segundo, porque al menos España, Francia, Italia y Reino Unido vetarían su entrada, y basta solo uno para impedirlo; y finalmente, porque la Cataluña separada no cumpliría ni de lejos las condiciones de entrada.

La región tendría que asumir su parte de la deuda total –pasivos en circulación–, unos 200.000 millones de euros, que sumada a la propia sería el equivalente al 184% del PIB futuro. Su déficit sería del 29% del PIB. Con la presión fiscal actual –42% del PIB– los ingresos serían de unos 57.000 millones. Y a los gastos de hoy –49.000 millones de  Generalitat + ayuntamientos– habría que añadir intereses y deuda nueva, 8.000 millones; paro, 5.000 millones; pensiones, 24.000 millones; clases pasivas, 2.000 millones; nuevo Estado incluyendo infraestructuras, 8.000 millones. En total, unos 96.000 millones de euros. Moody’s y S&P ya lo han advertido y los nacionalistas ignorado. Una Cataluña separada nunca podría superar el bono basura. Incluso con el PIB actual imposible de mantener, no se cumplirían ni deuda ni déficit.

No sé qué hará el gobierno de turno si se convoca el referéndum, pero la Constitución –votada por un 80% de catalanes– le obliga a aplicar el Artículo 155 y retirar la autonomía a Cataluña, como hizo Tony Blair con el Ulster, y no pasaría absolutamente nada. Pero hay otra vía, la canadiense en Quebec. La falsa tesis nacionalista es que los catalanes tienen derecho a decidir solos, pero según eso Tarragona tiene también derecho a decidir su futuro sin interferencias de Gerona, o de Barcelona y viceversa. Y no solo las provincias. Todas y cada una de las circunscripciones electorales de Cataluña tiene derecho a pronunciarse sin interferencias de las demás. ¿No se ha “pronunciado” Vic solita?

El Gobierno de Canadá, un Gobierno digno y no indigno como el nuestro, ha advertido que si hay referéndum, será para todos. “Cada circunscripción de Quebec decidirá independientemente”. Y en cuanto a flujos comerciales, “Canadá quedará cerrado para los secesionistas”. Si el gobierno cede aun más o incumple la Constitución, el Rey tiene la obligación política ineludible de convocar al pueblo para que se inicie un nuevo proceso constitucional  dirigido por la libertad constituyente, es decir, por la libertad colectiva de todos los españoles, en un solo referéndum que no distinga entre pueblo y regiones de España, y de nombrar un gobierno provisional.

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