Claro
Oscuro
El Sr. Redondo Terreros acaba de manifestar que existe posibilidad real de que se declare o estalle una guerra civil entre vascos partidarios y vascos adversarios de la Independencia o la Secesión de Euskadi. Aunque estemos habituados a la inanidad de las declaraciones de la clase política, lo que ha dicho el, hasta ayer, secretario general del Partido Socialista Vasco no deja de ser sorprendente.
Su declaración desborda los límites de inverosimilitud que la opinión pública tolera al mentiroso o extravagante discurso público de la Transición. Unos presagios tan alarmantes no deberían comunicarse a la sociedad sin ir acompañados de alguna explicación justificativa de la alarma. Es posible que el Sr. Redondo haya sido sincero. Pero eso no basta para tomarlo en serio. Necesitaría demostrar que, además de sincero, es inteligente. No como persona privada, que probablemente lo será, sino como personaje público. Cosa que no podemos saber sin conocer los análisis de la situación y los razonamientos sobre el momento que, aun siendo erróneos, han podido motivar la tremenda advertencia del Sr. Redondo.
No podemos imaginar que la novedad de su forzada dimisión haya cobrado en su inconsciente la importancia megalómana de un casus belli o de un síntoma revelador del ambiente prebélico que la justificaría. El disparate de su declaración alarmista no puede asimilarse a la sospechosa confesión de Suárez cuando dimitió diciendo que lo hacía para evitar que la Transición fuera un paréntesis entre dictaduras.
Entonces, la ocultación por el presidente del Gobierno de la causa concreta de su dimisión supuso una gravísima traición a su deber de lealtad hacia la causa de la libertad en cuyo nombre gobernaba. Ahora, la irresponsable palabra del Sr. Redondo no produce la menor inquietud por la simple razón de que su temor lo causa la imaginación de un hecho de realización imposible.
Sin necesidad de pensar en las informaciones o percepciones que tenga el Sr. Redondo sobre la situación y el momento del País Vasco, sabemos a ciencia cierta que su temor a una cosa imposible sólo ha conseguido ponerlo en ridículo.
No es posible una guerra civil entre vascos, el escenario soñado por ETA, porque necesariamente sería un conflicto bélico entre españoles.
La posibilidad teórica de una guerra entre vascos sólo es imaginable en el marco institucional de un Estado vasco independiente y separado del Estado español. Sin ese requisito previo, no supera el cero por ciento la probabilidad de un conflicto armado entre unas decenas de miles de partisanos vascos y un ejército estatal apoyado por decenas de millones de españoles.
Otra cosa muy distinta sería el peligro, más teórico que real, de que ETA transformara su organización terrorista, idónea para atentar contra personas aisladas y cosas sin potencia militar, en un cuerpo armado concebido y estructurado para emprender y mantener una guerra de guerrillas contra el ejército español en todo el territorio estatal. Un exotismo de países coloniales en vía de liberación nacional que la propia ETA tiene descartado en los tenebrosos caminos de sus sueños de Independencia.
La extravagante declaración del Sr. Redondo no por ser irrealista deja de caer en una grave imprudencia política. Al hablar de guerra civil entre vascos, y sin pensarlo ni quererlo, ha planteado una situación imaginaria donde existiría una consumada separación de los vascos en guerra respecto de los españoles en paz.
La difusión de temores infundados en un pueblo como el español, de por sí acobardado ante peligros imaginarios de enfrentamientos civiles y propenso a creer esas fantasías, produce efectos reaccionarios en los sentimientos de las masas y legitima innecesarias medidas de dureza represiva en los Gobiernos.
LA RAZÓN. JUEVES 24 DE ENERO DE 2002