Claro

Oscuro

Comer y beber. Cenamos en Nochebuena como si fuera la última cena y trasegamos en Nochevieja como si fuera el último trasnoche. Vivimos como los bonobos del Congo, consagrados al tedio del amor libre por sobra de comida… y por falta de macho protector (los bonobos lo despidieron ante la ausencia de enemigos exteriores).
Comemos, dormimos como animales en una granja próspera y bien surtida: comer y dormir, sexo: ¡la granja de Occidente! –lo resumió Jean Clair–. No hay ninguna emoción en las vidas de la mayoría de los ciudadanos del mundo próspero, y eso se refleja en el arte de hoy: a lo máximo que aspira es a ser divertido. Y lo que teme todo creador hoy es ser aburrido… ¡Qué ambición! ¡Qué gran misión para el artista!
Entramos al 19, un año muy divertido, al decir de Dalmacio Negro, un español que piensa en alemán, como mandaba Ortega (“pensar es una erección y yo todavía pienso”), y así se lo dijo a Octavio Paz en el “Hôtel du Rhône” en Ginebra:
Aprenda el alemán y póngase a pensar. Olvide lo demás.
A Negro, que se explica en “Disidentia”, el movimiento de los “gilets jaunes” le recuerda el de la plebe romana contra los senadores retirándose al Aventino para conquistar la libertad política colectiva y las de la bourgeoisie contra las Monarquías despóticas.
Por primera vez en la historia de Francia, Macron, adoptando una actitud monárquica, ha cerrado París, el centro de irradiación del Estado, al pueblo francés.
Buen propósito de Año Nuevo, aprender el alemán, hasta que lees en un periódico que “los fantasmas del nazismo vuelven a la Filarmónica de Viena” porque Christian Thielemann, enemigo de la corrección socialdemócrata, dirige por primera vez el concierto del Musikverein. ¿Cómo reaccionarían estos gandumbas, si vieran a Thomas Bernhard definir la socialdemocracia al decir que “se ha creado, insistiendo en los más absurdos derechos, una sociedad de estúpidos de todos los colores que, escudándose en miles de blasfemias democráticas, decide sobre el derecho y la legalidad”? Bernhard cree que no hay un sucedáneo para nada. Ni siquiera para los tontos.

Podría montar en bicicleta, pero ¿cree que eso puede sustituir algo?

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