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Muy posiblemente la mejor manera de introducir en las mentes de las generaciones futuras la revolucionaría idea de la Libertad Política Colectiva sea predicando con el ejemplo del que nos la dio a conocer, o sea, tal como hiciera en vida el gran repúblico Antonio García-Trevijano.

Si lo que perseguimos es transformar el futuro cierto de indigna esclavitud que se avecina, se requiere sembrar en el presente la semilla de la Libertad.

Sin embargo estamos arruinando e hipotecando nuestro futuro con la elevada deuda que venimos arrastrando, a causa de la pasividad y la suicida colaboración con el régimen.

Los súbditos españoles con esa mentalidad propia de la servidumbre y ese errático peregrinar hacia la “Meca del Estado”, huyen cobardemente de esta realidad y se mantienen, enrocados en el muro de los lamentos, dando vueltas infinitas a la perversa rotonda, sin salida, en la que paladean el amargo sabor de la reverencial sumisión al amo.

Ahora bien, se nos presentan dos opciones. Podemos permanecer impasibles como meros espectadores o bien subir al escenario decididos a ser protagonistas en el teatro de nuestra propia vida e intentar poner rumbo hacia un final de mayor dignidad. Si elegimos la segunda opción, por ser la mejor, resultaría muy útil desarrollar con creatividad iniciativas propias de acción civil, ya que, el desarrollo de esa capacidad, proporcionaría energía extra para escapar fuera del redil.

Probablemente sean los comportamientos asociados al ejercicio de la ciudadanía los que nos hagan más honestamente humanos y los que nos eleven por encima de la triste condición de bestias de carga.

Por supuesto que la oligarquía política y financiera no va a poner nada fácil esta nueva concepción vital de sus dependientes vasallos. En el Estado se aferran tenazmente a sus todopoderosos atributos que, hasta el presente, les han mantenido en el poder. A saber: la represión de la libertad y la imposición sistemática del consenso político, unidos al relativismo moral que permite que toda ocurrencia, por absurda que sea, si es buena para mantenernos en el lodazal de la corrupción, será bienvenida.

También sabemos que esta situación ha sido posible gracias a la colaboración de dos factores imprescindibles para todo poder estatal que se precie y que siempre se han tenido muy presentes. A saber: la ignorancia y el miedo.

Pero la vida es un viaje lleno de peripecias inevitables e imprevisibles. El miedo no debe mantenernos con la pata quebrada. Tampoco es de recibo que nuestra visión de los hechos se produzca dentro del reducido haz de luz mortecina proveniente de una vieja linterna.

Por descontado queda que los pertinaces explotadores del poder estatal se resistirán y continuarán alimentando el miedo a cualquier vicisitud que lleve aparejado un cambio, una profunda transformación que se aleje y pueda oponerse a sus intereses.

Este principio de temor a todo lo que no sea impuesto por aquellos que vigilan los movimientos de súbditos descarriados, constituye la base del sectarismo y la esencia del totalitarismo.

Lo peor viene de la mano de esta amodorrada generación Gameboy, para los que la libertad debería servirse con manual de instrucciones y cargador de baterías… quizá para batallar, a lo sumo, contra ejércitos de alienígenas virtuales. Una generación que “no pilla onda” ni les preocupa ni ocupa para nada participar en la vida política de la comunidad, por lo que exige de compromiso y acción.

Ante la perspectiva de tener que asumir riesgos y prepararse, optan por pensar que eso de ser libres es fatigoso, aburrido. Prefieren permanecer en ese estado límbico, con todo decidido o resuelto. Esto es un escollo duro de roer para la consecución de la democracia y una verdadera desgracia, porque lleva aparejada la necesidad de vivir bajo la tutela de un gobierno protector, sea el que sea y a cualquier precio.

La pérdida para unos es ganancia para otros. Que más quiere oír la oligarquía estatal. Ésta asume encantada ese rol que se conceden a sí mismos generosamente. Y lo hacen exigiendo un pacto entre caballeros. De este modo, generaciones enteras deberán vender su alma, a costa de mantenerse siempre adheridos a la ignorancia y a la mansedumbre. En esa disposición mental de infantilismo psicológico que es tan manejable por la carencia de autonomía para pensar, opinar, elegir o decidir. Tal que ovejas que degustan la hierba, huyen del perro y asumen las órdenes del pastor sin rechistar.

Sólo quienes se esfuerzan personalmente por hacerse verdaderamente conscientes de su realidad, estarán preparados para intervenir en ella e intentar modificarla. Debemos recobrar la confianza en la unión con otros individuos, adquirir hábitos de lucha para promover cambios políticos o sociales.

En una nación como España en el que la democracia ha estado siempre ausente, esta conciencia es extremadamente débil y el miedo, paralizante. Aunque se requiere la declaración de una verdadera guerra contra los opresores y ésta se debe fundamentar en la desobediencia y resistencia pacífica a sus imposiciones, no hay pues razón alguna para que el pánico nos atenace. No han sido las guerras con su violencia las que han logrado avances significativos en la humanidad, sino la libertad. Este es el motor que nos permitirá seguir siempre más allá, sin detenernos ante las adversidades y evitar la inmovilidad inducida con trampas y mentiras .

Únicamente a través del umbral de la Libertad Política Colectiva alcanzaremos la DEMOCRACIA. Para que los súbditos abandonen su letargo, completen su metamorfosis y emerjan como ciudadanos libres.

Para CONSTRUIR, finalmente, entre todos, una República Constitucional, sin prebendas o privilegios legales de unos ciudadanos sobre los otros.

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