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Aferrando Coys a la Batayola*. Indignación y zafarrancho de conciencias.

La semana pasada coincidí en el aeropuerto de Heathrow, Londres, con un grupo de escolares adolescentes que iban a coger el mismo avión que yo hacia Madrid. Sin querer, escuché parte de su conversación, puesto que el idioma castellano afloró en mi oído por encima del ruido inglés de fondo. Hablaban de otros estudiantes catalanes con los habían estado en un curso breve de inglés en Londres. Lo que decían me produjo una gran tristeza, y no voy a repetirlo aquí. En las noticias, se dice que dos chicas que estaban en una carpa dedicada a fomentar el apoyo a la selección española en Barcelona han sido salvaje y cobardemente agredidas por independentistas catalanes. Además, se ha ofrecido un vídeo que recoge la agresión.

Me pregunto si seremos nosotros los que nos matemos mutuamente, o serán nuestros hijos. No parece que a la pusilánime cabeza de esta partidocracia le importe mucho la Nación española, puesto que en su inactividad se agarra a la causa de este desvarío, que no es otro que la vigencia de una carta otorgada. La llaman inapropiadamente Constitución de 1978, no separa los poderes y establece la terriblemente injusta “representación” proporcional como sistema electoral (apdo. 2 y 3 del art. 68), amén de crear una suerte de estructura de miniestados en los que se replica el señorío de los jefecillos de la corrupción, al tiempo que sirven de soporte imprescindible para los trapicheos que llevarán a ser jefecillo nacional, no al más preparado, sino al que más “consenso” consiga. En otras palabras, al que más dádivas y cargos reparta entre las ramas autonómicas de los partidos estatales. Que son todos. Luego, las diferencias entre españoles, la discriminación de las mujeres, el nombramiento de los miembros del denominado Tribunal Constitucional o del Consejo General del, también denominado, Poder Judicial…para qué seguir.

¿Es esto hablar de política? No, no, sin duda que no. Se trata de la esencia, de nuestros ancestros, de nuestra Nación, que se ha forjado con el devenir de los siglos, primero culturalmente, y luego en nuestra querida ciudad de Cádiz, en 1812, donde se definió jurídicamente. Hoy asistimos a estériles y suicidas discursos fundamentados en un sistema que acelera la barbarie. Discursos de vencedores, y de vencidos. Me pregunto qué tienen que ver ambos con la Nación española. Yo, como la inmensa mayoría de los españoles, no pertenezco a ninguno de los dos bandos, y, al parecer, por eso mismo tengo que asistir impasible, aun vistiendo uniforme, al destrozo, al desastre, a la ruina de mi Nación, a la servidumbre de mi pueblo, que, adocenado, no reacciona y ratifica sin cesar.

¡NO, NO, NO!

Destapemos a aquellos que desde posiciones pseudointelectuales han contribuido a crear un discurso dominante, una hegemonía cultural, sobre la base de memeces como “Nación de naciones” y otras estupideces. Oligarcas sin escrúpulos que cabalgan a lomos de subvenciones estatales, de exclusividad, de la avaricia de poder sin control, corruptos indignos, nuevos, y no tan nuevos, señoritos de mierda que no hacen sino consensuar entre ellos las cuotas de poder que el pueblo no puede más que ratificar periódicamente. La proporción es lo único que cambia. NADA MÁS.

¿Es realmente necesario que los españoles nos matemos entre nosotros?

La respuesta es NO. La obra de Antonio García-Trevijano es la referencia que nos ofrece la única alternativa a esta barbarie. La única opción que traerá la libertad política colectiva a los españoles, de forma que perdure, puesto que los valores de la república constitucional: lealtad, verdad libertad, y la razón, permanecen en su plena vigencia de forma inalterable con el paso del tiempo, como muy acertadamente apuntó recientemente D. Javier Torrox en este diario.

Es urgente la toma de conciencia, y consciencia, de los españoles, todos sin excepción, civiles y militares, y perentoria su reacción, no violenta.

YA ES LA HORA. MOVILIZACIÓN Y ABSTENCIÓN ACTIVA.

¡AFERRAD COYS A LA BATAYOLA!

 


Nota *.-  Los coys eran las hamacas en las que dormían los marineros, colgadas del techo de los buques. De este modo, estaban a salvo de las ratas mientras dormían. Antes del combate, entre otros preparativos se ordenaba aferrar coys a la batayola (candeleros y pasamamanos de las cubiertas) para que las hamacas sirvieran de protección contra disparos de fusilería y astillas de madera.

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