Claro
Oscuro
Ningún partido y ningún gobierno han contado jamás con un equipo de dirigentes tan altamente cualificados, por su personalidad moral y su preparación cultural, como el que formó la Junta. Aparte de las personas mencionadas en los artículos anteriores, las Juntas Democráticas creadas en todos los sectores sociales estuvieron inspiradas y dirigidas por un elenco de elementos singulares, que representaba la parte mejor y más selecta de la sociedad civil. La mayoría de esas personas excepcionales se incorporaron a la conquista común de la libertad en el momento constituyente de las Juntas, después de anunciar la creación de la Junta Democrática de España. Mi trabajo, a partir de entonces, consistió más en seleccionar que en buscar. Tal fue la esperanza despertada que a la llamada de la Junta, en plena clandestinidad, acudieron personas que, sin ambición de cargos ni honores, nunca les pasó por la imaginación la posibilidad de entrar un día en política. Pero en la Junta Democrática vieron otra cosa distinta. No idealizo ni magnifico la realidad de ese hermoso fenómeno sin precedentes en la historia de España.
Necesitaría un extenso volumen para describir las personalidades independientes que, junto al PCE de Carrillo, Partido del Trabajo de Nazario Aguado, PSP de Tierno, Partidos regionales, sindicatos y Colegios Profesionales, dieron a las Juntas el tono de dignidad y el punto de referencia del movimiento de la sociedad hacia la democracia. Ni un solo acto de violencia en centenares de huelgas y manifestaciones por la libertad. Incesante actividad dentro y fuera de España. Reconocimiento de la Junta por el Parlamento de Estrasburgo. Desde julio de 1974 a julio de 1976 la iniciativa política perteneció a la Junta. El gobierno Arias estaba a merced y a la defensiva de los acontecimientos provocados por ella. En los cuatro primeros meses del gobierno Suárez, la hegemonía política en la sociedad la tuvo la Platajunta. Y todo ese inmenso caudal de inteligencia, idealismo y voluntad popular, cuando estaba a punto de anegar y sumergir al Estado dictatorial en una gigantesca ola democrática, fue de repente desviado de su curso natural, por las ambiciones de unos pocos fontaneros que abrieron las compuertas del Estado a los Partidos (que odian todo lo que no es mediocre), para que ese limpio caudal se diluyera en el turbio mar de la mediocridad.
Salvo dos o tres excepciones, las personalidades de la Junta se retiraron de la política tan pronto como se produjo la traición del PSOE y del PCE a los compromisos firmados de abrir un período de libertad constituyente sobre la forma de Estado y de Gobierno. Este alejamiento de la mediocridad oligárquica, que sustituyó a la mediocridad dictatorial, prueba la nobleza de intenciones, y la superioridad de conciencia, de los independientes que dieron sus almas a las Juntas, por pasión de libertad y sentimiento del deber ciudadano. Entre ellos recuerdo con emoción y gratitud a talentos ya fallecidos, como Alfonso Cossío y Manuel Brosseta; a figuras del arte, como Cristóbal Halffter y Carmelo Bernaola; a abogados, como Emilio Atard (Valencia), Emilio Gastón (Aragón) o Fernando García Agudín (Galicia); a economistas, como José Ramón Tamames (actuó en la Junta de Madrid por mi designación directa); a médicos como Manuel Mora (Baleares) y Castilla del Pino; a arquitectos como Ramón Fernández Rañada (Asturias) y Lamela; a empresarios como Javier Vidal (Huarte) y Carlos Ibarra; a catedráticos como Pedro de Vega y Gustavo Villapalos; a editores y periodistas, como Ramón Akal y Mario Rodríguez Aragón; a sociólogos como Mario Gaviria y José Vidal Beneyto. Por su inteligencia, su cultura, su capacidad y su conocimiento del mundo internacional, hice responsable a Vidal Beneyto de la política exterior de la Junta. Su gestión la llevó más allá de lo previsible.
LA RAZÓN. JUEVES 31 AGOSTO DE 2000
Blog de Antonio García-Trevijano