Claro

Oscuro

Desde hace miles de años el lenguaje manejado por el poder ha sido un medio de manipulación de las masas. Pero eso no es nuevo, considero que no, en la estructura del pensamiento que luego está desarrollado a través del lenguaje y este, con consciencia, llega a la acción inmediata, de su día a día, sin pasar a mayores o sí, siempre ha existido. Todo el que tiene poder usa el lenguaje para hacer consignas a favor de la causa del que gobierna.

En este aspecto, no tan sólo Goebbels usaba toda una estrategia estatal para sumir a las masas en el Estado a través de una metodología concienzuda de acción directa para convencer a los demás y unirlos en torno a un partido del Estado, a una integración de esas masas, sino que hoy día los partidos estatalizados de España también usan una metodología arcaica-simbólica con el lenguaje como el Uróboros en Podemos y unas consignas con un aparato de medios de difusión más avanzados que desde entonces.

Esto no es nuevo. De aquí pruebas anteriores que considero merecen un cierto desarrollo.

La palabra maldito, mal dictum, mal escrito, dictado, no aprobado, significa, básicamente lo que está mal dicho (según el poder). La palabra bendito, bien escrito, dictado, sí aprobado, significa, básicamente, lo que está bien dicho (según el poder). Por eso hay santos (aquellos que con sus hechos y actos decían y hacían lo bueno del poder presente) y malditos, (aquellos que con sus hechos y actos decían y hacían lo malo del poder presente).

Eso es sólo un antecedente, es el régimen de poder, el que dicta y sentencia qué palabras son correctas o no para denunciar y enunciar quiénes son afines. Hoy día hay palabras malditas por el poder y las palabras benditas por el mismo, salvo que antes, en ese ejemplo, el poder lo ostentaban, de forma directa, los valores religiosos y ahora, en consecuencia, el poder del Estado.

Hoy día hay quiénes bendicen la palabra del poder del Estado Monárquico de Partidos y quiénes no, y por eso las maldicen.

Lo bendito o lo maldito, en definitiva, es lo aprobado o no por quien tiene la fuerza coactiva del Estado y la hace valer a través del consenso socialdemócrata de la democracia que nos hemos dado maldiciendo a los que se posicionan de forma pacífica no colaborando en la ratificación del régimen vía voto.

La Libertad Política Colectiva, la revolución pacífica hacia la libertad, la constituye la palabra de hecho y acción que se ajusta a lo cierto, a lo bien dicho, aunque proscrito –maldito– por otros. Es una bendición decir la verdad para nosotros y una maldición para los que la quieren ocultar.

Libertad Política Colectiva, desde la forma más pacífica que se pueda dar, absteniéndose de ir a votar sin violencia y deslegitimando la mentira: la que afirma que en España hay democracia y la que convierte a la libertad de expresión en un permiso para expresarse con el que los llamados a dirimir lo bendecido acusan de malditos a quiénes hablan y piensan por sí mismos denunciando la gran mentira.

Yo no voto, soy repúblico, la mejor forma pacífica y coherente de deslegitimar un régimen.

Si tú eres libre, yo también.

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