Claro
Oscuro
Garci lo ha vuelto a hacer. Esta frase atribuida a él y a su nueva película tiene un sentido distinto al habitual. Garci ha vuelto a hacer la misma película, exactamente la misma si hablamos de la trilogía de El Crack. Para mí, que volvía a ser el más joven de la sala en una película de Garci (y ya paso los 40), es una gozada. Una alegría. Un regalo. Disfruto de cada pequeña cosa de ella, hasta de la audacia de Garci para volver a levantar una película en estos tiempos. Pero esto no es una crítica de cine.
Germán Areta, el detective que protagoniza la saga, dice algo así como “no me interesa saber el nombre del juez de misa diaria, prestigio y condecoraciones que ha sido puesto por el Gobierno para que tape este caso. Siempre es igual, no cambiará nunca. Ni ahora ni cuando muera Franco“. En ese momento de la película están a finales de 1975, pocos días antes de la muerte del Caudillo.
En otra escena, una mujer le dice al detective Areta algo así como “el odio genera odio, pero te calma. Los españoles estamos llenos de odio y venganza. Somos así.” Y Areta creo que le responde “lo que tú digas“. Lo que sí recuerdo bien es lo que ha dicho el propio Garci cuando ha hablado del problema político y de convivencia entre los españoles: “el problema es que los españoles nos queremos poco“.
Garci me recuerda a Ignacio Camuñas. Un hombre que estaba en la izquierda y en la derecha, con Franco y contra él, una buena persona que quiere que las personas buenas sean las premiadas, que está cansado de discusiones ideológicas que solo llevan al triunfo de lo mediocre y lo vulgar, que quiere respeto por las tradiciones, por lo que somos, por lo que opine el otro, por nuestros mayores, etc.
No es de extrañar que ambos, Camuñas y Garci, crearan hace unos años “España siempre. Plataforma de la sociedad civil para la renovación democrática y el fortalecimiento de España”. Plataforma que la pasada semana se desvinculó totalmente de VOX (así lo comunicaron), partido fundado, entre otros, por el propio Camuñas.
Y es que Camuñas, que abandonó la oposición democrática liderada por Antonio García-Trevijano para formar parte del Gobierno Suárez (1977), lleva 43 años intentando reformar el régimen de Franco. Es algo que cuesta entender, más aún cuando este señor seguía visitando a Trevijano hasta poco antes de que falleciera. Sabe que no hay democracia en España, que la separación de poderes se refiere al legislativo y al ejecutivo, que no existe la representación política en este régimen, y sin embargo continúa apostando por remiendos mal concebidos para el llamado poder judicial o para el sistema electoral.
Si José Luis Garci supiera, o quisiera afrontar, que la democracia es una forma de Gobierno que solo puede estar presente o, como es el caso, ausente; que las instituciones en una democracia no permiten que los jefes de partido elijan a los diputados, al presidente del gobierno y a los jueces; si lo supiera, no hubiese podido escribir jamás un personaje como el de Germán Areta.
“Cuando un delito queda impune es malo para todos“, algo así (y que me perdone el guionista) decía el detective hacia el final de la cinta. Y es que Areta no tiene más refugio que el de ser honesto y contribuir, con su valentía y determinación, a salvar a un par o tres del infierno de las personas corrompidas que desde las instituciones infectan todo. Areta funde a negro con la mirada perdida, y los espectadores fieles sabemos que volverá a levantarse y a caer como un valiente que no entendió demasiado.
“Mi hijo es alguien inteligente, intuitivo y con la templanza y sangre fría que pocos tienen“, algo así decía el padre del detective.
Ay Germán, ay Garci. El misterio de la servidumbre voluntaria, la asignatura pendiente. La intuición os decía que era la ruptura, la inteligencia demuestra que no puede seguir siendo la reforma y la templanza no debe caer en el posibilismo.
Corten.