Claro

Oscuro

No hay maquillaje legal que disimule la derrota del gobierno y de su partido en el terreno donde se suelen tramitar y resolver las ambiciones de poder. Las operaciones de concentración del gran capital, sean bancarias o de medios de comunicación, siempre tienen naturaleza política y se deciden con criterios políticos. Argentaria, un modesto montaje financiero del poder estatal, ha absorbido de hecho al gran banco Bilbao-Vizcaya. En aquella antinatural fusión estaba ya incubado el virus artefactor de la victoria de los hombres del Estado sobre los del capital simbólico del nacionalismo vasco.

La fusión de Vía Digital y Sogecable, o sea, la absorción de la expresión televisiva del gran capital por la maquinaria mediática del gran fraude cultural, encierra el germen de la derrota del consenso oligárquico informativo a manos del monopolio de la veracidad sectaria. En la orientación de los acontecimientos voluntarios, el peso de la inconsciencia supera la mayoría de las veces al de la inteligencia. Telefónica ha inclinado la balanza contra los intereses del partido en el Gobierno, aunque Polanco no tenga todavía el poder de Berlusconi, ni la probidad de Zapatero se preste a encarnar, tan bien como González, la comisaría de Prisa.

Nada importa que sean los celos de El Mundo, tan decisivo en la denuncia de la corrupción (por eso merece ser el primer periódico) como envidioso de favores del poder, los que tomen por crimen capital el monopolio de la televisión digital que el gran capital acaba de conceder al censor de la libertad cultural y de la verdad informativa. Crimen lo hay. Pero no contra lo que no existe. El cinismo de las formas hace noble la hipocresía de fondo.

Bajo un sistema de consenso informativo, el oligopolio de los medios de comunicación es, sin duda, un régimen más liberal que el de monopolio. No para los ciudadanos que, en virtud del pensamiento único, no verían más empobrecida su miserable dieta de consumo cultural. Pero sí para los periodistas y los intelectuales que encuentran en el duopolio oportunidades dos veces mayores que en el monopolio.

La libertad y la verdad tuvieron en el pasado franquista una vida de perros hambrientos en catacumbas. Los cánidos parecían feroces no porque mordieran a sus guardianes, sino porque sus retumbantes ladridos molestaban a un vecindario ansioso de tranquilidad. Parecían saber lo que era libertad y verdad, cuando en realidad sólo envidiaban las de sus guardadores. Sin las ambiciones europeas sobre el mercado español no habría sido posible que la libertad y la verdad consistieran en el paso de un partido guardián al de dos partidos guardadores, ni en el de una sola radio-televisión al oligopolio de todas las radios y televisiones. Las voces que mejor han templado siempre la cantata antimonopolio han sido las de los tenores paladines del duopolio.

Dos de los grandes periódicos nacionales, El País y ABC, apoyan con cinismo la conquista por PRISA de la posición dominante en el mercado de la información y la cultura. La postura del primero obedece a la inteligente razón del propio interés. La del segundo, a la lógica de la decadencia cultural que empezó a definirlo cuando se apartó de su destino original.

El periódico LA RAZÓN no puede permitirse el lujo, por elegancia corporativa, de dejar a la hipocresía de El Mundo que tome ella sola el protagonismo en la denuncia de la operación monopolística, pues tenemos la experiencia de cuál ha sido el sentido de sus ambiciones empresariales. Toda la prensa independiente ha de ser abanderada por las voces que articulen el bello sonido de la libertad cultural con los lastimosos quejidos que salen del pisotón de PRISA en los pies del consenso oligárquico. En esta encrucijada puede encontrar LA RAZÓN las razones de su creación y de su triunfo.

LA RAZÓN. JUEVES 16 DE MAYO DE 2002

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