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ETA no tiene necesidad de mentir. Sus acciones de terror han sido las palabras de contundencia que dicta la muerte. Y su último comunicado conminatorio tiene la contundencia de la verdad que dicta el verdugo con el hacha levantada. Si Zapatero no cumple el compromiso contraído como condición del anuncio de la tregua, ETA recuperará la libertad de acción que ha suspendido, en consideración a las expectativas electorales que la paz daría al PSOE, como paso previo al reconocimiento gubernamental del derecho de autodeterminación para el País Vasco y Navarra.

La mayoría de los criminales de profesión, y esto se sabe desde Beccaría, ignoran el valor de las normas del mundo social que los expulsa de su seno. En esta supuesta ignorancia se fundamenta la política de punición para la reinserción social. Pero esta ingenuidad no la tiene el terrorismo político. Y ETA tiene conciencia de la debilidad, verdadero complejo de culpabilidad, de todo lo español que la Transición heredó de la dictadura españolísima.

La importancia que ETA se da a sí misma, como parte en una negociación entre dos iguales, no es fruto de su fantasía. Contra lo que pueda parecer, su firmeza pre-negociadora no se basa tan solo, ni principalmente, en el cementerio que la respalda, sino sobre todo en la promesa de los protagonistas de la Transición, medios de comunicación incluidos, de que en un escenario de paz nada objetarían a una secesión vasca salida de las urnas. El terror ha entrado, por fin, en la estrategia normal de la política en esta Monarquía de Partidos.

Como la estrategia del PSOE (aliarse de modo permanente con los nacionalismos periféricos para hacer imposible el retorno del PP al gobierno central) parece fundarse en su ambición de retener para siempre el poder del Estado, conviene recordar que la propensión al reconocimiento de la autodeterminación vasca no la padece en exclusiva la cultura sedicente de izquierdas (“El País”, PSOE, IU), sino la mismísima cultura tradicional del liberalismo (“El Mundo”) y del españolismo (PP).

En la Monarquía, en la sinarquía del Estado de Partidos, en todo lo que ha prosperado con la Transición, no hay un solo elemento sano. Si se duda de la exactitud de mi afirmación, si alguien cree que la voluntad de rechazar la autodeterminación es inquebrantable en la derecha, que lea el artículo “Los Liberalísimos” (28 de mayo 2001, La Razón), en la Antología de este blog. Allí denuncié a Aznar, Rajoy, Pedro J. Ramírez y Cebrián, por manifestar que, en un escenario de paz, no se opondrían a la secesión vasca.

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